Los medios y los días

Navidad sin ellos

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09 dic 2019 / 07:25 h - Actualizado: 08 dic 2019 / 13:29 h.
"Los medios y los días"
  • Navidad sin ellos

“En la infancia se vive y después se sobrevive”, dijo Leopoldo María Panero. Y eso es lo que me parece que muchos hacemos: sobrevivir. Lo que ocurre es que esa supervivencia también es vida porque es existencia, la frase de Leopoldo María Panero conlleva que no sólo se vive, sino que se existe, que son dos cosas diferentes, como dijo mi amigo el profesor Federico Wamba, vivir, vive un geranio, pero el humano necesita existir y existir requiere reflexionar sobre el sentido de la vida.

Es Navidad y en muchos hogares faltan ellos, los que nos abandonaron generalmente contra su voluntad y la nuestra. Ahora podemos montarnos todas las filosofías de zapatillas y batín que queramos, pero ya las Navidades no son lo mismo sin ellos ni la vida tampoco. Eso lo sabemos y lo sentimos quienes estamos rodeados de muertos por todas partes. Nos acompañan siempre pero no podemos dialogar con ellos, hablar sí, con uno mismo, dialogar con ellos, no. Adolfo Marsillach “dialogaba” con su padre muerto en mi película preferida, Sesión continua, de José Luis Garci. Pero era consciente de que lo hacía para sobrevivir: “Oye, a ver si te crees tú que yo no sé que mi padre se ha muerto”, le dice a otro personaje del mismo filme cuando éste pretende hacer consciente a Marsillach de lo sorprendente de su proceder.

Al llegar la Navidad, el personaje Marsillach de Sesión continua la pasaba solo en su casa, sus hijas eran ya mayores o estaban con la madre, él estaba separado o divorciado. En Nochevieja, agarraba un disco con la canción Suspiros de España y le decía a su padre: “Papá, vamos ahora con tu música, esto es nuestro, nos han engañado tanto...”. Y sonaba Suspiros de España y a uno se le pone la carne de gallina porque esa música es universal, ni franquista ni nada, universal. Sin ir más lejos, fue compuesta en 1902 por Antonio Álvarez Alonso.

Un colega de la universidad, andaluz pero que ha desarrollado gran parte de su vida académica y literaria en Madrid, cuando se le murió su madre y ya se había quedado sin padre, me decía en una charla de pasillo, por la Facultad: “Ramón, a pesar de que apenas tenía contacto con ellos, siento una sensación de orfandad profunda”.

Perdonen si me pongo pedante en Navidad, pero me acuerdo del concepto Dasein del filósofo Martin Heidegger. Dasein es el ser ahí, el humano arrojado a la existencia, el humano que tiene que vivir sí o sí y, como cualquier otro animal, debe buscarse sus resortes y sus caminos para sobrevivir. Este existencialismo tanto de Heidegger como de Sartre permanece entre nosotros y se deja notar en estas Fiestas. No, ya no están ellos en la mesa ni van a estar nunca y pronto no estaremos nosotros y eso es duro para los que tenemos descendencia. No, no, como dijo Miguel Hernández cuando se le murió su amigo Ramón Sijé, “no perdono a la muerte enamorada, no perdono a la vida desatenta”, espero que las previsiones de a-mortalidad que algunos estudiosos sitúan en 2070 empiecen ya en ese año a hacerse realidad porque, en palabras de Epicuro, “la muerte no es terrible para el que muere sino para el que sobrevive”.

La idea de que voy a morir y no podré ver qué hacen mis hijas y mi nietecita en el futuro, la idea de saber que no podré ayudarlas en sus penas ni gozar con sus alegrías, el hecho de ignorar qué va a pasar en este mundo y cómo va a evolucionar esta Sevilla contradictoria y bastante indolente, me mata en vida. Entonces, para sobrevivir y existir, salgo a respirar el aire que me regalan las luces y la bulla de la Navidad hispalense, ellos vienen conmigo y yo creo que lo están viendo todo a través de mis ojos.

Pero la cruda realidad es que no están ni estarán ni nos veremos ya nunca, nunca. Y aceptando esto es como mejor me siento, los cuentos son agradables y necesarios, pero cuentos son. Y sobrevivo así, porque el humano no ha venido al mundo a ser feliz - ¿qué es ser feliz? - sino a sobrevivir, eso de la felicidad son cosas de libros ingenuos, no de autoayuda sino de autoengaño, libros y fantasías que han llevado a no pocos al suicidio, la felicidad, en todo caso, son sólo momentos concretos y si existe se encuentra dentro de nuestra supervivencia. Uno de esos momentos es un rayo luminoso concreto en una calle de la Navidad sevillana, cuando se cree uno de verdad que ellos lo están viendo todo a través de tu mirada. Aunque no sea cierto.