¿Negociación?

Image
04 dic 2015 / 21:57 h - Actualizado: 04 dic 2015 / 21:56 h.

Hace pocos días asistíamos consternados a la noticia de la posible situación de insolvencia de Abengoa, uno de los buques insignia de la economía sostenible tan cacareada, flor de la innovación, de las energías renovables, el I+D+I, y todo el marchamo de alta tecnología del que presumía la empresa sevillana. Sin entrar en valoraciones de cómo se ha llegado a esta situación, pues creo que para conocer la auténtica realidad habría que estar muy dentro, es desolador presenciar cómo una empresa considerada modélica, puede terminar pese a todo enredada en la maraña del proceso concursal, antesala de la morgue donde terminan las, en su mayor parte malheridas, empresas que ahí confluyen, siendo un poco, como los antiguos hospitales medievales, donde una vez dentro, prácticamente solo se salía con los pies por delante.

Sin ánimo de detenerme en los tecnicismos legales de preconcurso, 5 bis, u otras situaciones similares, no me quiero imaginar el desasosiego de las distintas empresas y entidades que se han visto sumergidas de repente en este drama y que ahora se ven abocadas a negociar en un primer intento de salvar los trastos. Me gustaría poner énfasis en la situación de estas empresas y entidades, pues mientras por una parte ha habido una movilización general y una sensibilidad extrema para solicitar la protección de los miles de empleos de la entidad en riesgo de concurso que, sin duda es una cuestión capital y básica, pocas voces se acuerdan del sinfín de acreedores afectados y que a buen seguro van a tener que soportar la parte del pastel más amarga y dolorosa.

La situación de estas empresas es verdaderamente de película de terror de serie B. En principio y como mal menor, se enfrentan a un escenario de negociación inicial donde tendrán que plantear importantes quitas y esperas sobre las deudas pendientes (se habla de más de 5.000 millones de deuda con proveedores), posteriormente si no fructifica, se verán inmersos en un proceso concursal de altos vuelos, donde aparte de asumir importantes gastos jurídicos de personación y gestión, tendrán por delante un eterno procedimiento de varios años y final incierto, muy incierto. Al final, el que consiga sobrevivir al proceso (que muchos no lo conseguirán), se encontrará con el frustrante panorama, de tiempo y rentabilidad esfumada, y los esfuerzos de sin duda muchos años tirados por la borda en este temporal tecnológico. Detrás, hay también muchas personas, ilusiones, esperanzas, que se verán en cuarentena o desaparecidas. Curiosamente y al contrario que a la gigante de las renovables, no se oyen voces de rescates o ayudas estatales para esta legión de condenados que se vislumbra en esta situación.

Por eso, resulta cuanto menos chocante hablar en el caso de la fase de preconcurso de negociación con los proveedores, pues estos apenas podrán asistir acongojados a los movimientos entre ministerios, grandes entidades financieras u organismos supranacionales que tendrán que decidir el destino de Abengoa, y de paso el de tantas empresas atrapadas en esta vorágine de negociaciones donde solo se puede negociar la manera de caer. Mis más sinceras condolencias a todos. Mañana nos puede tocar a los demás.