Los medios y los días

Ni un inmigrante sin papeles

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25 may 2021 / 04:04 h - Actualizado: 24 may 2021 / 11:06 h.
"Los medios y los días"
  • Varios marroquíes intentan llegar a suelo español desde la frontera que separa Melilla y Marruecos, a 21 de mayo de 2021, en Marruecos. Ángela Ríos / Europa Press
    Varios marroquíes intentan llegar a suelo español desde la frontera que separa Melilla y Marruecos, a 21 de mayo de 2021, en Marruecos. Ángela Ríos / Europa Press

Habrá que recuperar la dignidad algún día y perder el miedo a la nueva dictadura de quienes ayer significaron una izquierda constructiva y hoy no son más que una chiquillada protagonista de un sainete que ha logrado llenar a los habitantes de una nación de lo peor que puede tener un pueblo: inseguridad, flaqueza, moral por los suelos, sentimiento de inferioridad. No es que ellos sean los únicos causantes porque esto viene ya de lejos en España. Lo que sí es cierto es que con ellos tales síntomas han llegado a situaciones muy graves que aún pueden empeorar. Una ciudadanía no puede estar así de forma crónica como tampoco puede resistir eso una persona de manera indefinida. Para empezar, vamos a dejarnos de debilidades, a ver si se va a creer este personal supuestamente progresista que posee el monopolio del buen corazón y de la solidaridad porque finja apiadarse del vulnerable, incluso sin distinguir entre ellos, sólo por una pose caritativa.

En España no debe entrar ni un solo migrante sin papeles y a la tremenda, y menos procedente de Marruecos, esta es una casa respetable, con una historia larguísima, llena de aciertos y errores como todas las historias de entidades que se la jugaron. Por aquí han pasado muchas civilizaciones pero al final las que han vencido han sido la católica y la ilustrada, contradictorias y complementarias a la vez, tienen muchos agujeros en sus desarrollos, como todas las religiones y culturas, pero son las vencedoras, la razón, la espada y el cetro, la bola del mundo y la cruz, a mí no me gusta haber llegado a estas conclusiones, “lo siento mucho, la vida es así, no la he inventado yo”, que cantaba Sandro Giacobbe. Lo que no quiero es que me tomen por idiota, que la embajadora de Marruecos se marque más chuladas y desafíos con mi país, mi corazón aún es de izquierdas pero no es gilipollas ni demagogo ni vive en las nubes. Mi razón no puede ser de izquierdas y menos ahora. No soy creyente, soy realista, humanista del Renacimiento, y un país no puede vivir así, con su alma negra, sumida en la oscuridad.

Si Marruecos achucha, nosotros también, no hablo de guerras, hablo de hacerse respetar con declaraciones firmes dentro y fuera de España, pero ¿qué se ha creído esa gente?, ¿qué se ha creído ese rey?, ¿dónde está nuestro jefe del Estado? ¿Y su padre? ¿No quieren tanto a España? ¿No llaman al orden a su colega de estatus? ¿Se lo prohíbe el gobierno? ¿Y qué hace un gobierno como éste en sus sillones? ¿Cómo se puede permitir tamaña tibieza? ¿Se puede respetar y hasta temer a un sujeto que utiliza a sus ciudadanos para que mueran por servir a sus enfados?

Y los periodistas que consideren mis posiciones xenófobas, ¿por qué no abren una intensa campaña a favor de Assange y otros periodistas represaliados por Estados Unidos al mismo tiempo que denuncian a Bielorrusia por detener a un periodista disidente? ¿Les han dicho a sus receptores quiénes controlan sus medios de comunicación? Llaman a Abascal xenófobo porque no quiere que se acojan a jóvenes marroquíes en Andalucía. Yo tampoco quiero. Y no soy xenófobo, he dirigido y aconsejado a alumnos islámicos en general y marroquíes en particular, he aprendido mucho de ellos y mejor que no narre aquí lo que me han contado de sus países. A nadie le pido el carné, me basta con ver que quieren trabajar a favor del conocimiento que es libre, yo no tengo que contentar a nadie para que mi empresa siga ganando publicidad con públicos cautivos. Sé muy bien lo que significa Abascal y lo que significan unos y otros medios de comunicación, de todo se aprende. Sin embargo, ahora de lo que se trata es de defender a mi país no exactamente por filantropía sino, también, para poder tener una vejez medio decente y morirme con un poco de paz. Se trata ahora de defender primero a mi familia, a mis raíces, a todos los que sufren y que han nacido o los ha adoptado legalmente mi país, se trata de barrer mi casa y volverla reluciente, que imprima admiración y respeto dentro y fuera. Sólo teniendo mi casa ordenada podré intentar ordenar las de los demás y darle cobijo a los demás.