“Nieve” sobre Sanlúcar de Barrameda

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12 feb 2023 / 04:00 h - Actualizado: 12 feb 2023 / 04:00 h.
  • Efectos de la granizada en Sanlúcar de Barrameda. / @javierbenitez
    Efectos de la granizada en Sanlúcar de Barrameda. / @javierbenitez

Este artículo, que no son letras sino calambre, nació justo después de la “nevada” en Sanlúcar, la última desde 1.954. Alguien con buen tino, me sugirió el error de reputar como milagro de cristal, lo que solo fue granizo, pero tengo querencia y me acarician mariposas. Incluso alguna vez imagino besos durante la penúltima nota de jazz. Así pues, donde lean un “hoy”, pongan el día que quieran, porque hoy es siempre todavía.

“Ha nevado sobre Sanlúcar de Barrameda y confundido de telarañas de escarcha sus buganvillas y araucarias y se añora una salida extraordinaria de la Virgen de la Caridad, y el resonar de los varales sobre el suelo de la calle San Juan, ahora tornado en blanco inmaculado.

Los inesperados copos han encandilado de nuevo a los amantes, paseando sus manos copuladas frente al inhóspito océano, solo para poder testimoniar haber estado allí, en aquel preciso instante del prodigio del albo manto de la salina, inundando las olas hasta Las Palmeras.

Me juran que las monjas de Las Carmelitas Descalzas, donde yace el Códice de Barrameda que fuera manuscrito por San Juan de la Cruz, han crepitado de gozo místico como llama de amor vivo.

La “nieve” ha convocado a Magallanes y sus marineros, y aquellos jesuitas que soñaban con evangelizar las Américas, caminando descalzos desde la parroquia de Santo Domingo.

Y ha tocado el Castillo de la Pantista, hoy socavado por la arena, reteniendo las cenizas frente al constante ardor del Levante, lastrando sus alas, cuando más las lloramos.

Me juran que en la Plaza del Cabildo una paloma hizo una raya como linfa en la fuente de luz cenital, tornando el paisaje de quienes disfrutaban con una mano unas tortillitas de camarones y la otra, un caramelo de hielo de la ardiente alfombra del prodigio.

Blanca-nieves se ha hundido en el océano, y a los viejos aromas de los tabancos se ha unido el candor de los dedos infantiles, con el solo empeño de relatarlo a sus hijos y éstos a sus nietos. Dirán lo que pasó un siete de Febrero como otro y como ninguno.

La “nieve” ha transformado el ritmo sonoro de las campanas; ha echado el cierre de las heladerías huérfanas de José Bornay, y ha mudado la rima con un brindis de manzanilla.

La vida nos golpea, pero alivia, inextricable, mientras los niños estrujan sueños en los estadios de césped artificial, hoy refulgentes de pureza.

Me dicen que han visto a la Duquesa Roja asomarse, haciendo un alto en sus protestas contra los bodegueros. Que se ha escurrido de los barrotes en que fue recluida, indómita como el chisporroteo del fuego que esta noche adornará pasiones.

No había otro lugar posible. Paraíso e infierno. Aunque (es un “poné”), si me preguntan, cuánto hubiera dado por ver ese Faro de Chipiona, glacial bajo el cielo protector de mi Virgen de Regla.”