Viéndolas venir

Niñatos palestinos

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Álvaro Romero @aromerobernal1
29 may 2021 / 16:56 h - Actualizado: 29 may 2021 / 17:05 h.
"Viéndolas venir"
  • Imagen de la portada de The New York Times que muestra las caras de los niños palestinos fallecidos.
    Imagen de la portada de The New York Times que muestra las caras de los niños palestinos fallecidos.

El paripé de las grandes instituciones internacionales es para echarse a llorar. Ahora dice la ONU que es posible, probable, que puede ser aunque parezca raro, que Israel esté cometiendo crímenes de guerra contra Palestina. Ahora que The New York Times saca las caras de los 67 niños muertos por sus bombas. Es escalofriante que esto lo esté haciendo el país que sufrió el Holocausto nazi, lo cual demuestra que el ser humano no aprende jamás. Por eso yo, que no tengo más fuerza que la de la palabra, me cago con rabia en quien me tenga que cagar.

La situación es insoportable con solo asomarse a ella. Otra cosa es mirar para otro lado, justificar el escándalo con que esos moros están todo el día tirando piedras, que son unos tocapelotas, problemáticos, que llevan tres cuartos de siglo sin atender a las directrices del amo del mundo de que el sionismo tiene que ser a costa suya. Otra cosa es asumir que quienes han muerto estos últimos días como efectos colaterales de una guerra que va por capítulos entre el pasado siglo y este no son niños, sino niñatos, que no son inocentes criaturas como lo serían las nuestras si cayeran las bombas aquí, sino instrumentos de carne y hueso del sistema palestino para impedir la felicidad israelí.

Es triste no solo la barbaridad que sigue ocurriendo, sino la complicidad silenciada de los países desarrollados que lo están viendo y se hacen los respetuosos con la soberanía de cada cual. Cómo cambiaría el cuento si hubiera petróleo de por medio. O cualquier otra cosa, un mínimo interés. Pero solo hablamos de niños, niñatos para ser más concretos, niñatos de un país que ni siquiera lo es. Es insoportable mirar las caras de esos niñatos y no sentir rabia al imaginar sus sueños de convertirse en alguien y, a continuación, seguir imaginando la bomba encargada de que siguieran siendo nadies, por los siglos de los siglos, de esos nadies que, como dijo Galeano, valen mucho menos que la bala que los mata.