Hace días se hablaba de la brecha salarial entre hombres y mujeres. Bueno, en realidad de eso se está hablando siempre y más desde que está este gobierno que mete píldoras adoctrinadoras en ideología de género feminista por todos lados, hasta en el programa de Radio Nacional de España Juntos paso a paso que desde hace la tira de años emite la cadena pública dirigido a la tercera edad. En el del pasado sábado apareció una periodista contando que hay pocas mujeres científicas. Dio unos datos comparativos, habló del machismo, nos puso a todos los tíos de machistas de manera implícita porque no profundizó para nada en el tema, y se quedó tan tranquila, misión cumplida. Ahora me imagino a un matrimonio de ancianos de 90 años discutiendo a cuenta del feminismo barato que nos vendió la colega.
Miren, por mí, que no sólo haya igualdad de salarios sino que la mujer cobre más, que haya desigualdad a favor de ella, lo que me preocupa es el rumbo que todo esto del feminismo está tomando, un rumbo mercantil, donde parece como si el dinero fuera lo más importante y los seres humanos lo de menos. Una de las premisas para la igualdad consiste en evitar que la mujer tenga que dedicarse al cuidado de los hijos y de personas mayores de la familia ya que si lo hace ella en exclusividad se produce un desequilibrio salarial. Debo entender entonces que el cuidado de la familia es algo menor, que lo importante es ganar dinero en el mercado -sea o no salvaje- y que determinados miembros de las familias como los niños y los ancianos son una carga a soportar, carga que deja en segundo plano lo primero que es trabajar en una empresa e ingresar ambos el mismo dinero por el mismo trabajo, esto es, ancianos, niños y otros seres vulnerables pasan a la esfera de las relaciones mercantiles-laborales con lo cual lo más acertado de ahora en adelante tal vez sea no casarse, no emparejarse y, en caso de hacerlo, no procrear.
Nacer, crecer, reproducirse y morir, son cuatro pasos elementales de los seres vivos. Para empezar, al humano ya le sobran dos claramente: nacer y reproducirse. Nacer porque -hasta el momento y en su forma más extendida- nace uno desde un padre y una madre. Pero como resulta que al crecer tenemos que trabajar y asumir la igualdad y ello lleva consigo cuidar a los padres, mejor no nacer. Y si se nace, mejor no procrear puesto que los niños resultan un obstáculo con vistas a liquidar la brecha salarial. Niños y ancianos siempre han sido un estorbo, para qué nos vamos a engañar, pero ahora lo son más aún, molestan para lograr la equidad de ingresos monetarios.
Resulta que la mujer es la que se suele encargar de cuidar de la casa y de los dos segmentos de población mentados y entonces pierde el carro de la competitividad. Y ya está, ahí queda el dato. Solución: que el hombre se sume también a esos cuidados en pie de igualdad con la mujer. Más igualdad. Tomo nota para cuando sea viejo: no, hijos míos, no os preocupéis por mí, no quiero vulnerar vuestra puta igualdad, una residencia, mi pensión para que pueda pasar lo que me quede de vida lo mejor posible. Y no me quito yo de en medio para que disfrutéis de la igualdad porque no tengo cojones para hacerlo, todavía. Los niños como no son conscientes del asunto nada pueden decir, están ajenos a que representan un hándicap para que el progreso del mercado avance. Pero de mí no hay que preocuparse, porque aunque esté uno en una residencia luego llegará la discusión de la igualdad en el número de visitas. No os preocupéis, sólo debéis concentraros en alcanzar la igualdad en ese estado de estupidez al que habéis llegado y con el que os siguen tomando el pelo sin que os deis cuenta.