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Foto: J. M. V.
Iba a empezar el texto diciendo que tengo perro para justificarme por las cosas que voy a decir a continuación, pero como sé que, escriba lo que escriba, recibiré insultos igualmente, pues me ahorro el primer párrafo.
No se puede tratar a un perro igual que a una persona. Eso de que el chucho vaya por un centro comercial como el que va por el parque del Alamillo... llámenme loco, pero no lo veo.
Un perro es un perro y una persona es una persona, aunque muchas veces se puedan confundir, pues hay bastantes que han adquirido la costumbre del perro de orinar en la calle. Eso sí, luego no echan el agüita con Fairy para limpiar y hay que esperar a que venga el tío de la manguera.
El otro día estaba en El Corte Inglés y vi a una persona con su perro paseando por allí. Cada vez que pasaba cerca de un perchero con ropa colgada, el can también lo hacía e iba dejando pelos en ella. Chaquetón de cachemira de chucho a precio de sintético.
Entiendo que un perro sea una parte muy importante de la familia, pero es que más de uno fantasea con la posibilidad de incorporarlo al libro de familia. Anda que no he leído descripciones en redes sociales en las que dicen: “Soy padre/madre de dos bebés perrunos/gatunos”. La zoofilia mental ha llegado para quedarse.