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No al lenguaje inclusivo... ¿o miedo al cambio?

La idea de desdoblar masculino y femenino choca con quienes se niegan a aceptar cambios en el idioma por una estrategia política

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Pepa Violeta Pepavioleta
08 ago 2018 / 08:33 h - Actualizado: 08 ago 2018 / 08:53 h.
"Sin pedir permiso","El lenguaje como herramienta de género"
  • No al lenguaje inclusivo... ¿o miedo al cambio?

¿Qué tienen en común Irene Montero, Carmen Romero o Bibiana Aído? Las tres se convirtieron en algún momento de su carrera política, en prisioneras de sus palabras y fueron juzgadas por querer usar un lenguaje no sexista, acuñando sustantivos no reconocidos por la RAE como portavozas, jóvenas o miembras.

En esta sociedad hiperconectada e hipercabreada, poco tardaron en darles matarile a las tres. Sobre todo los más puristas, los guardianes del castellano, que incapaces de abrirse al entendimiento, no hablan, sentencian. La ciudadanía, cree estar en posesión absoluta de la verdad y no nos detenemos a reflexionar y tratar el lenguaje inclusivo, como una nueva oportunidad para crear un sistema más justo y respetuoso. Acorde a los cambios sociales, movimientos y corrientes que llegan con fuerza, desde el feminismo más radical, a las ideologías más conversadoras.

El debate sobre la necesidad del desdoblamiento del lenguaje para hacerlo más integrador o cambiar el texto de nuestra carta magna, para que sea más feminista, chocan de frente con otras posturas que defienden a capa y espada los dictámenes de la RAE y se niegan a plantear un cambio en nuestro idioma. Alegando que porque el feminismo esté de moda y se utilice como herramienta política, no podemos cambiar las bases de nuestro sistema lingüístico.

Por supuesto, es necesario revisar todas las posturas en torno a estas cuestiones idiomáticas, sobre todo para que el español siga gozando de buena salud, que supongo será objetivo unánime.

Centrémonos en algunas de las propuestas e ideas de las que se han hablado para hacer de nuestra lengua, un referente en integración. El desdoblamiento de los sustantivos: niños y niñas, educadores y educadoras... inevitablemente hacen que el principio de la economía del lenguaje, en el que se sustenta nuestro idioma, empiece a temblar considerablemente. Es evidente que esta opción ralentiza la lectura de textos y hace tediosa la oratoria. El uso de caracteres como la X o la @, como una opción para integrar ambos géneros, supone también una alternativa, aunque para mi gusto algo forzada. El uso de la vocal e al final de sustantivos y adjetivos como opción para conseguir esa inclusión tan deseada, también se ha puesto en tela de juicio, porque no respeta los principios propios de nuestro idioma, que cómo dice la RAE, recoge que el masculino es neutro y universal y el femenino particular y específico. Y esto, según los 28 académicos y 5 académicas que sientan sus posaderas en tan dignos sillones, es incuestionable e innegociable. Y yo me pregunto ¿esta falta de aperturismo nadie la cuestiona? Porque para incluir el concepto de modisto, cuando ya existía el de modista, no se lo pensaron mucho. Ahí supongo que si hacia falta desdoblar y añadir más sustantivos a nuestro diccionario.

Quizás una buena opción para darle una vuelta de tuerca a nuestra forma de expresarnos y hablar, que respete las singularidades, pero que integre a hombres y mujeres por igual, seria el uso de sustantivos, adjetivos o locuciones genéricas. Es decir, usar ciudadanía, profesorado, alumnado... y así un sinfín de conceptos que nuestros diccionario ya recoge y ayuda a adaptar nuestro idioma a los nuevos tiempos. No podemos criminalizar al feminismo como el causante de todos los males. Las redes sociales, los chats, el uso abusivo e innecesario de extranjerismo, la falta de lectura y la escasa educación gramatical de la ciudadanía, sí son serias amenazas para nuestro idioma. Somos el país que menos indice de lectura tiene y todavía los aliados del patriarcado, tienen la desfachatez de afirmar, sin despeinarse, que las feministas nos estamos cargando el idioma.

Hagamos un uso del lenguaje responsable y sacudamos los miedos. Tenemos la suerte de tener un idioma abundante, rico, amplio, con un registro infinito que nos ayuda a construir mensajes más integradores. En su día Cervantes lo modeló como buen alfarero y con El Quijote lo encumbró a lo más alto. Todos los idiomas son entes vivos, se transforman, nacen y mueren. Pero sobre todo están al servicio de la comunidad hablante, sus verdaderos dueños. Según el informe del Instituto Cervantes del año pasado, ya somos 558 millones de hablantes potenciales y el español es el tercer idioma más usado en internet. Dejemos a un lado los debates vacíos de contenido que utilizan al feminismo como escudo de batallas perdidas. Cuestionar lo normativo, nos hace seres inteligentes y reflexivos. Como decía Ludwig Wittgenstein, «los límites de nuestro lenguaje son los límites de nuestro mundo».