Una vez el huracán mediático remite y el 25N se diluye, volvemos a nuestras rutinas cotidianas. Poniendo el contador a cero y depositando la esperanza en un futuro incierto, que nos permita el año que viene bajar la cifra de asesinadas por violencia machista. Pero siento confesaros que si no se actúa con contundencia y se toman medidas drásticas contra quien la ejerce, la legitima o la minimiza, el año que viene no vamos a tener lagrimas suficientes para llorar a nuestras hermanas.
La cuarta ola feminista, centrada en denunciar la violencia sexual y todo los tipos de violencia que sufren las mujeres, en cualquier rincón del planeta, corre el peligro de morir en la orilla antes de que podamos subirnos a la cresta y surfearla.
El patriarcado, se resiente y ante el miedo de tener que ceder privilegios está tomando el camino del enfrentamiento sutil y delicado, para mitigar el avance.
El mito de la libre elección y la normalización de la violencia (a través de los medios) están calando en una sociedad que pronto, verá las cifras de asesinadas como parte de su día a día. Es cuestión de tiempo que el hastío y la desgana se apoderen de la masa. Acabaremos resignándonos a la violencia porque no seremos conscientes de que la sufrimos y como colmo de la paradoja nos atrincheraremos a la bandera de la libertad. Nos habrán lavado tanto el cerebro que nos creeremos dueños/as de nuestras propias elecciones. El tándem perfecto para esclavizar y controlar sin que el reo note la cadena.
Aunque nos parezca inviable, normalizar la violencia e integrarla como un mal menor en una sociedad “democrática” es posible. Ya está ocurriendo en otros países. La estrategia es barata y eficaz. Menosprecio, invisibilización, micromachismos, poner el foco en las víctimas para que no denuncien e interioricen que a priori nadie las creerá, medios de comunicación al servicio del poder, la clase política vaciando el discurso feminista de contenido, confundiendo y negando la violencia (haciendo usos de mujeres aliadas para reforzar aún más que las feministas nos inventamos la violencia)... y voilá!! la fórmula de la ecuación resuelta.
A pesar de que el proceso de normalización es común en todas las civilizaciones, la nuestra en concreto ya ha enterrado a demasiadas mujeres como para quedarnos con los brazos cruzados. Termina el 25N, pero el activismo continúa. Mientras los hombres sigan pensando que pueden usar el cuerpo de una mujer a su antojo, ejerciendo justicia patriarcal, haciendo política mientras insultan a las víctimas afirmando que la violencia no tiene género... hay que seguir desmontando bulos e incomodando con nuestros discursos.
Dinamitar la cultura de “lo normal” es ahora una de nuestras prioridades. Sin olvidarnos de exigir responsabilidades y auditar continuamente el discurso que ofrecen los medios y la clase política. Una buena campaña mediática orquestada desde el poder, puede hacernos creer en cuestión de días, que la tierra es cuadrada. Si la sociedad llega algún día a ensamblarse de forma cómoda a una estructura de poder desequilibrada, y vamos camino de ello, la guerra contra el machismo se habrá perdido inevitablemente.
Y con respecto al mito de la libre elección, otro de los grandes peligros con el que nos enfrentamos, hay cuestiones que debemos someter a debate. La filósofa Ana de Miguel lo explica de forma magistral, en qué consiste esta estrategia patriarcal de hacernos creer a la mujeres que hoy día somos libres para elegir como vivir nuestra sexualidad y aprovechar nuestros cuerpos. Ya tenemos igualdad. “Esta tesis se envuelve en cierta retórica transgresora y posmoderna: toda relación es aceptable si hay sexo consentido por el medio”. Y aquí es donde entra en conflicto consentimiento y el deseo.
Las disparatadas resoluciones judiciales de los juicios por las “Manadas”, se retroalimentan de este mito que el patriarcado se ha encargado de perfilar a golpe de cincel. La revolución sexual de las mujeres ha sido manipulada por el discurso androcentrista para condenar nuestro derecho a decidir sobre nuestros cuerpos. Ahora podemos entender quizás un poco mejor, la base ideológica que subyace en la interpretación de unos hechos probados, en sentencias relacionadas con violencia sexual. Qué motiva que un magistrado vea en una violación múltiple, jolgorio y sexo consentido. O que lo lleva a interpretar que estar inconsciente y no poder decir alto y claro NO, implica un Sí para quienes deciden (en manada) satisfacer sus deseos sexuales usando el cuerpo de una mujer. Y este ultraje nos lo venden como libertad sexual y libre elección.
Ponerle nombre a estas estrategias patriarcales se hace imprescindible para que no sigan llenándonos el suelo de minas. Al menos esto, puede ayudarnos en nuestro camino hacia una sociedad libre de violencia, formada y educada para detectarla a kilómetros de distancia y deslegitimarla. Tras tres olas feministas, en las que aun no hemos conseguido todos los logros deseables, nos metemos en una cuarta con algunos derechos reconocidos, pero con cientos de trampas perfectamente diseñadas para hacernos olvidar el origen de nuestras desigualdades. Como dice Nuria Varela, “el éxito del patriarcado hoy, es que ha sido capaz de hacerse invisible a fuerza de hacerse normal”.
Convirtamos esta reflexión en una piedra más para sus zapatos. Incomodar y visibilizar para impedir que sigan andando.