Ojana in Excelsis

No hace falta presea para estar Coronado

Lugar de reunión de transeúntes sedientos, de jueces, abogados y condenados en el que Rafael dicta sentencia a golpe de tirador

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Juanmi Vega @Juanmivegar
14 ene 2020 / 08:00 h - Actualizado: 14 ene 2020 / 08:00 h.
"Ojana in Excelsis"
  • Casa Coronado.
    Casa Coronado.

El Cid Campeador, que se encuentra en la avenida que lleva su nombre, está mirando mientras Babieca sigue su galopar hacia la Universidad. Si fuese por Rodrigo, su caballo viraría hacia Menéndez Pelayo para llegar al oasis de la hidratación, en plena Puerta de la Carne.

Pasando el puente de San Bernardo, en la intercesión de la avenida con la calle Juan del Castillo, se encuentra Casa Coronado, considerado uno de los templos de la cerveza sevillana.

El mundo cervecero sevillano se sustenta en tres pilares: El Tremendo, el Jota y el Coronado. Y todos tienen un denominador común: Cruzcampo fría.

Casa Coronado es uno de esos bares que triunfan por saber hacer bien las cosas. Allí, las ‘arvellanas’ se maridan con zumo de cebada. Las cáscaras de éstos son la alfombra del lugar. Un tapiz cuyo sonido nos evoca al otoño, cuando las hojas están en el suelo y parece que vamos pisando papas fritas.

Lugar de reuniones diversas y dispares. Te encuentras a un pintor con su pantalón bien salpicado de Titanlux de colores y a un abogado con la corbata aflojada. A un juez que acaba de dictar sentencia y a un condenado que espera el suplicatorio de que alguien le invite a la última. A un bombero que acaba de terminar su turno y un funcionario de la Diputación de Sevilla que hace tiempo para volver a casa.

Las cuatro mesas que dan para la avenida son cotizadísimas. Se suelen compartir entre más clientes que no tienen nada que ver entre ellos. Hay más demanda por tener una mesa en el Coronado que para un palco en la Plaza de San Francisco. Será que en la de la cervecería el IVA lo asume el del grifo.

Rafael, homólogo de los que se encuentran bajo el puente de San Bernardo, es el encargado de apagar la sed y no necesita hablar. Ya lo decían los Mojinos Escozios en ‘La imperecedera leyenda de Barman: El superhéroe que veneran todos los borrachos del mundo’, que debería ser el decálogo de todo buen camarero que se precie: “Barman no tiene que hablar. Lleva en el brazo una servilleta, pajarita y pantalones negros, camisa blanca y una tiza en la oreja”. En esta ocasión no lleva pajarita, ni pantalón negro ni servilleta en el brazo, pero sí un mandil.

Las palabras son innecesarias. Hay que venir conversado de casa. Rafael es un profesional que no necesita preguntar cuando le dicen eso de «dame dos». Él sabe de qué son esas dos.

Los Miércoles Santo de altas temperaturas, son bastantes los nazarenos de San Bernardo que no quieren ni mirar por el rabillo del antifaz a su derecha para evitar hacerse la pregunta ¿Qué hago yo aquí con lo bien que estaría allí?

Hay reinos que no necesitan corona, ni falta hace tener una presea para estar coronado. Bienvenidos a la república coronada de la cerveza fría. Echa dos, Rafael.