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Actualizado: 09 ene 2021 / 13:24 h.
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  • Una finca de ciruelos nevada en Villanueva del Ariscal en enero de 2010
    Una finca de ciruelos nevada en Villanueva del Ariscal en enero de 2010

Tantísima nieve por ahí y ninguna en Sevilla capital. Me recuerda a cuando saludaba a mi padrino: “¿Qué hay, padrino?” “Mucho y mal repartido”. Mis conocidos y amigos de Madrid me mandan fotos hechas desde sus viviendas y me da cosita de no ver esos paisajes con mayor asiduidad, no, he nacido y vivo en la zona donde más veces oigo decir “qué frío” a la más mínima, sobre todo a las mujeres, supongo que los hombres también tendrán frío pero o se lo callan por machotes o no tienen tanto.

Me considero un hijo de la nieve desde que eché las cuentas en relación con la última gran nevada de Sevilla, en febrero de 1954. Yo nací a finales de noviembre de ese mismo año, calculo y me salen nueve meses y me gusta pensar que mis padres se hicieron cuchi cuchi en su vivienda del barrio de San Vicente, debajo de unas cuantas mantas, calentitos, para que luego naciera este monstruo intelectual al que leen ustedes ahora. Como no conocí a ninguno de mis cuatro abuelos, soy hijo único y un verso suelto, si no me piropeo yo quién lo va a hacer, además soy ya huerfanito como la canción de Antonio Machín y, como dice freudianamente la misma canción, no tengo a ninguna mujer que cubra el vacío.

Cuando la nieve de 1954 yo estaba en el mismo lugar donde estaré cuando me muera, es decir, en todas partes y en ninguna. Sin embargo, les recuerdo a las personas más conspicuas que en 2010 nevó en los alrededores de Sevilla, en eso que llaman la Gran Sevilla, una carajotada como otra cualquiera porque en todo caso será la Gran Puñeta. Pongo sólo un ejemplo: ¿cuánto le queda aún al tranvía Alcalá de Guadaíra-Dos Hermanas-Sevilla que enlaza con el metro si ya estaba hecho lo básico del trayecto desde la época de los panaderos? Vamos que comparada con las obras que se hacen por ahí eso es como si yo tapo un desconchón en mi casa. Pues nada, ahí sigue la Gran Leche del tranvía ubicada en la Gran Puñeta.

En enero de 2010 nevó en Sevilla y sus aledaños, sólo que en Sevilla capital los copitos se deshacían antes de llegar al suelo o en el suelo mismo pero en el Aljarafe, por ejemplo, cuajó. Yo vivía y vivo en el Aljarafe, en la llamada segunda corona metropolitana de Sevilla, pues si España tiene dos coronas -una la de Felipe VI y otra la de Juan Carlos I- Sevilla no va a ser menos. En Villanueva del Ariscal habitaba en 2010 y sigo habitando muy a gustito, en silencio. Me fui al campo a ver nieve, emocionado, y ahí les mando una foto de aquel tiempo, con un huerto de ciruelos pelados, cubierto por un ligero manto blanco.

Se acabó la nieve, ahora tendría que agarrar el coche y alargarme a la Sierra Norte, donde nació mi madre, en Las Navas de la Concepción o pueblos de por allí que es donde anunciaban nieve para ayer y para hoy. Va a ser que no porque me da hueva, ya me ha caído alguna que otra nevada parecida a la de Madrid de ahora estando en otros lugares de la geografía patria, me acuerdo de una ocasión en Cuenca, durante unos días en la Facultad de Periodismo de la Universidad de Castilla La Mancha, desde el hotel vi ese espectáculo impresionante para un sureño. Hemos tenido “oh, blanca postnavidad, nieve”, pero no a gusto de todos porque está mal repartida. Por cierto, al bicho se la trae al pairo, lo mismo infecta con frío que con calor, a este virus, como decía mi madre, lo mismo le da ocho que ochenta. Si hace calor se pone el meyba y si hace rasca se lía en un edredón de Ikea y se mete en el cuerpo de alguien a estar a la lumbre de las células humanas. El hijo de la gran p...

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