Los hechos hablan por sí solos, al tiempo que la mayoría de los españoles se avergüenza del pésimo nivel de sus gobernantes. 241 fallecimientos más certificados por coronavirus en España en el último balance diario. Durante los últimos siete días, la pandemia ha causado la muerte de 541 personas. Mientras tanto, en Alemania, el gobierno de coalición de conservadores y socialdemócratas implementa planes especiales de zafarrancho sanitario y restricciones de actividades cuando se detecta en un municipio o región un promedio de 50 contagios por cada 100.000 habitantes y un porcentaje superior al 4% de positivos en los test. Conforman el listón europeo para tocar el botón de alarma. En España se ha contemporizado día tras día cuando ya estábamos multiplicando por cinco esa cifra en el promedio nacional de contagios, cuando regiones como Navarra, Madrid y La Rioja lo multiplicaban por diez, y cuando superamos el 10% de positivos en las pruebas de detección, con nueve autonomías por encima de ese desorbitado 10%, a la cabeza de todas Madrid con el 18,2%. Y la tardía reacción consiste en utilizar a los gobiernos estatal y madrileño para percutir contra los líderes de los partidos políticos que los encabezan. Esto no es una saludable dispensación de mascarillas sino un desastroso reparto de mascaradas.
El fracaso conjunto de los dúos Sánchez-Iglesias y Ayuso-Aguado queda acreditado con realidades como ésta: Hasta el día 8 de octubre no ha empezado a estar en vigor en la Comunidad de Madrid la aplicación estatal 'Radar Covid' para contribuir a informar y prevenir los contagios. Desde junio ya se manejan apps similares en Italia, Alemania, Francia, Polonia, Austria... Así lideran desde La Moncloa y desde la Puerta del Sol la 'capitalidad tecnológica' del área metropolitana que concentra en España el polo económico y empresarial de la digitalización. Y todavía no se usa el 'Radar Covid' en la Cataluña que presumía de acoger el Mobile World Congress. ¿Para qué, si la mortandad es convertida por los insensatos dirigentes de Junts y Esquerra en argumentario para propagar que 'España nos mata'?
Somos a ojos de toda Europa en las estadísticas oficiales el país de la Unión Europea donde la tragedia es de mayor envergadura y donde peor se controla la propagación de la enfermedad. Lo fuimos en primavera y perseveramos en otoño. Asturias es, por sus méritos, la única región española que cumple los criterios que el Consejo de Ministros de la UE votará en breve para homogeneizar las recomendaciones a la ciudadanía a la hora de mantener o restringir la movilidad a otros países en este periodo otoñal e invernal de recrudecimiento de la emergencia sanitaria. Es obvio el durísimo impacto que eso tendrá sobre muchos sectores económicos y sociales, con la 'marca España' devaluada como sinónimo de mayor peligro de covid. Sin embargo, lo más urgente en la agenda política española, secesionistas catalanes y protetarras vascos incluidos, está siendo manipular la realidad, intensificar el caos, percutir contra la separación de poderes, desautorizar a otras instituciones del Estado, erosionar el respeto a las normas y desacreditar el principio básico de autoridad moral que han de ejercer los servidores públicos cuando dan órdenes al prójimo. Corrosivo incivismo desde el poder de quienes tienen la obligación de gestionar con ejemplaridad el bien común. Es muy pesaroso tener que defender los valores democráticos a pesar de ellos.
Tanto el Gobierno como el Parlamento holgazanarearon demasiado en verano, cuando no habían resuelto prioridades como las que se enunciaron reiteradamente en el Congreso de los Diputados durante los debates de abril y mayo para revalidar el estado de alarma. Entonces, tanto Pedro Sánchez como Pablo Casado, y presidentes autonómicos tanto del PSOE como del PP, propusieron modernizar cuanto antes la Ley Orgánica de Salud Pública, promulgada en 1986. Se había evidenciado que existe un vacío normativo, en la escala de situaciones a valorar entre la cotidianeidad sin incidencias y el confinamiento domiciliario vía decreto de estado de alarma, para que las autoridades sanitarias nacionales o autonómicas puedan ordenar diversos niveles de intensidad en las restricciones a la movilidad o a la circulación por vías públicas, así como reducir las opciones al derecho de reunión según el tipo de espacios y el número de personas. Llegó la ola de rebrotes y sigue sin resolverse esa carencia legislativa, que perjudica por doquier, gobierne quien gobierne, la agilización y adecuación en la toma de medidas con proporcionalidad y diferenciación en cualquier localidad, comarca, provincia o región. Se presumió de que en otoño estaríamos preparados para afrontar el recrudecimiento del coronavirus y, por contra, se está utilizando cualquier vertiente de la catástrofe para perjudicar la unidad de acción entre las administraciones públicas, y para desconcertar y desmotivar a la ciudadanía, que, para soportar esta calamidad, en su inmensa mayoría no quiere más polarización cainita sino menos muertes y menos pobreza.
Es de tal calibre el cúmulo de incoherencias y negligencias que se ha aguardado al comienzo del 'puente' del Pilar para admitir el miedo sobre el riesgo que suponen los desplazamientos masivos en días festivos como correa de transmisión de la enfermedad. Y no solo hay 'puente' en Madrid. Todo esto también denota el creciente distanciamiento entre quienes gastan coches oficiales y quienes sobreviven en la precariedad. Ya se eleva a 2,5 millones el número de españoles con un empleo muy mal pagado que no les saca de la pobreza cronificada. Si sumamos a los segmentos de población en paro, a los que tienen trabajos (cotizados o no) que reportan ínfimos ingresos, y a los pensionistas con mensualidad raquítica, son ya más de 8 millones. Añadan los menores a su cargo. Cuando oyen en radio o en televisión que llega un 'puente', tienen que optar entre sentir indiferencia o frustración. ¿'Puente'? ¿Al Valle de las Penurias o a la Gruta de la Marginalidad?.
El 4 de octubre, 55 sociedades científicas y médicas que agrupan a más de 170.000 profesionales presentaron el decálogo titulado 'En salud, ustedes mandan pero no saben', para reivindicar que en España se gestione la pandemia con rigor y abandonando por completo el continuo enfrentamiento político. Es la cívica moción de censura a todas las autoridades y a todos los grupos parlamentarios. Incluido Vox, cuyas expectativas se basan en el 'cuanto peor, mejor'. Solo una semana después, vista la bochornosa aceleración del desgobierno como código de conducta en los temas sanitarios, económicos, judiciales, etc., creo que lo titularían 'Ustedes mandan en todo pero no saben gobernar nada y nos están perjudicando'.