Bueno, vamos a ver, vamos a ver. Queríamos que pasara volando 2020. Y pasó. Y ahora queremos que termine de una vez 2021. Oiga, oiga, no tan deprisa, puñetas, comprendo que esto cada vez se está poniendo más insoportable pero un deseo no hace correr el tiempo y vístame despacio que tengo prisa pero por vivir, por saborear el último tercio de mi vida, dejarlo todo lo mejor ordenado posible, escribir mis últimos libros, desarrollar más mis investigaciones desde la metodología del pensamiento complejo que bastantes quebraderos de cabeza me da pero me permite sentir que existo. Así que pongámonos las mascarillas, distancias de seguridad, higiene, vacuna y vayamos donde nos dejen, al bar, al trabajo, al teletrabajo o a la teleleche, relájese y no me venga con bulla que esto va para largo y la economía va a ir para arriba con virus y todo, basta que nos acostumbremos a vivir con él como los que viven con su diabetes o con sus ansiedades varias. Eso sí, hay que quitar de las calles a los incívicos porque son delincuentes y si nos hemos preocupado tanto por intentar evitar el maltrato a la mujer estos tipejos, adolescentes eternos, maltratan a la sociedad entera y deben estar en chirona, a la democracia le tiembla demasiado la mano, ese temblor es el culpable de que tenga que llegar alguien a poner orden y el remedio puede resultar peor que la enfermedad.
Comprendo que quien se sienta seriamente enfermo o el que esté muy jodido por lo que sea anhele que el tiempo vuele para sentirse mejor. Yo estoy pensando en las personas de cualquier edad -sobre todo en los más mayores- que se sientan bien, dentro de lo que quepa, y sepan ser ciudadanos democráticos y no estén esclavizados por sus hormonas ni por su incapacidad para afrontar la soledad, una compañera inseparable incluso hasta cuando estás acompañado, el problema no es el problema sino la forma en que lo afrontamos y hay millones de personas que no soportan la soledad y cuando huyen de ella vuelven a sentirse solos porque, somo sentenció Séneca, si tienes un problema y no lo has resuelto, te seguirá allá donde vayas huyendo de él. Sí, tal vez te distraigas en los fiordos de Noruega o en el Tíbet: pan para hoy, hambre para mañana, ahí seguirá el tío, esperando para salir él a viajar también por tu mente en cuanto regreses a tu innata soledad.
Cuando llegué a los 60 años, un día me paré y me pregunté: pero, ¿cómo he podido llegar hasta aquí tan pronto?, ¿qué he estado haciendo estos 60 años desde que nací? Muchas cosas, muchas, pero me daba la impresión de que había estado zanganeando, ¿no les ha pasado eso a ustedes? Dicen que el humano se suele dar cuenta del camino que debió tomar cuando ya no tiene remedio la cosa. Le digo a mis alumnos que el carpe diem no es exactamente eso que la gente confunde con alocarse, soltarse el pelo sin control, emborracharse... En fin, una huida de sí mismo más que un ser plenamente consciente de que ese momento ya no volverá más, de que la Historia es la primera letra de este párrafo o la palabra que va delante de la que estoy escribiendo ahora. Entonces les aconsejo a mis discentes que piensen en que ese instante es maravilloso porque cuando menos lo crean llegarán a los 60 años y deben saber con todos los detalles posibles cómo ha sido el camino que han transitado.
Nos faltan ocho meses para terminar 2021. Para ciertas personas -yo una de ellas- ocho meses son muchos meses, dos años son muchos años, no se ve la vida igual desde los veinte, treinta o cuarenta que desde los sesenta y más. Mascarilla, distancia, higiene, vacuna, suerte y paz, que el tiempo no siga volando, que se quede con nosotros y nos narre sus memorias, no tenemos nada mejor que hacer que vivir. Y felicidades a esos jóvenes sensatos y conscientes porque, en teoría, su edad les va a permitir seguir contemplando, sufriendo y protagonizando este mundo apasionante.