El hombre se empeña en hacer el mundo añicos. Me refiero a esa búsqueda de partículas diminutas que componen la realidad. Los físicos están convirtiéndola en un gran montón de cosas pequeñas que poco tienen que ver con la consciencia individual. Y en el camino se encuentran con problemas que, cuando solucionan, dejan todo patas arriba. A este paso no vamos a tener un sitio en el que podernos sentar. La realidad, desde esa perspectiva, tiende a desaparecer. Y terminará desmoronándose sin remedio. Menos mal que los físicos nunca podrán hacer de las suyas con mi imaginación, con mis sueños, con la tristeza que me mueve hacia el territorio de lo que quise ser y aún puedo conseguir mientras siga vivito y coleando, con una zona de la realidad trascendente (casi mágica) que las personas cuidamos con mimo. Mi verdadero yo.
El amor que puedo llegar a sentir, el odio o la indiferencia, es posible que tengan una explicación científica. No lo pongo en duda. Puede que tengan que ver con glándulas, compuestos químicos o zonas concretas del hipotálamo. Yo no tengo ni idea de esas cosas. Ni las niego. Lo que sí afirmo con seguridad es que mis sensaciones, mi experiencia, una vez que forman parte de mí, se convierten en inmutables, intocables y exclusivas. No hay teoría que pueda desmontar algo así.
Eso es lo que queda de nosotros. Lo más íntimo. Lo que, ni bajo tortura, podría nadie ni nada, modificar. Ni siquiera la muerte es capaz de modificar una millonésima parte de ello. Lo temporal, lo físico, termina desapareciendo. Nuestra esencia es inmutable. Eso que dicen los físicos de que sin masa nada es posible está muy bien. Pero no es cierto. Yo soy lo que soy. Eternamente. Y mis genes (que ya incluían lo que fue el primero de los hombres) forman parte de otros cuerpos. De los de mis hijos. Me llevan puesto, vaya.
Las máquinas funcionan si tienen todas sus piezas en el lugar exacto. El cosmos es algo parecido a una enorme maquinaria que se compone por minerales, plantas, animales y seres humanos. Si alguno faltara eso dejaría de funcionar. Nos prestamos nuestra memoria entre unos y otros. Cada pieza incluye millones de ellas que ya no están en forma de materia, pero forman parte del todo.
Son ustedes eternos, queridos. La vida es así de mágica. Ahora, disfruten de ella y no teman nada. Imaginen eso que tanto desean. Imaginen. Les queda la eternidad para que se cumplan sus sueños.