«No me explico cómo puede gustarme este tío. Me parece mala persona, un chulo, pero estoy colgada de él y no puedo evitarlo». Esto me lo decía la hija de una buena amiga durante la celebración de una fiesta de cumpleaños. Parece ser que ‘Romeo’ lleva por la calle de la amargura a la criatura. Cuando se hubo desahogado (no reproduciré aquí los insultos con los que el pobre chaval habrá tenido que dormir) nos sentamos a tomar un refresco. Y ‘Romeo’ apareció. Le invité a sentarse con nosotros, lo que me costó un buen puntapié sin ningún disimulo por parte de la chica. ¿Habéis leído «El banquete» de Platón? les pregunté después de varios conatos de enfrentamiento entre los jovencitos. Negaron con la cabeza, mientras uno miraba al norte y el otro al sur. Les conté como Aristófanes, durante una copiosa cena, utiliza su intervención para explicar el amor desde el mito. Dice que hubo un tipo de personas que no conocimos. Eran andróginos, es decir, hombre y mujer al mismo tiempo. Tenían cuatro piernas, cuatro brazos, dos cabezas; por un lado los órganos de reproducción masculinos, por el otro los femeninos..., y eran muy fuertes, muy poderosos. Los dioses se mosquearon porque los andróginos se estaban poniendo muy chulos, creían que podían llegar a la divinidad por sí mismos y, creyendo ver un peligro en ellos, los dividieron por la mitad. Así quedó separado lo que conocemos como hombre de lo que conocemos como mujer. Aristófanes explica que por esa razón las personas de sexo diferente se buscan, intentan encontrar la mitad que les falta, y de ahí viene el amor. Pero añadía que los dioses pueden mosquearse de nuevo y volver a dividir a los hombres y mujeres si no somos capaces de entender que ese amor es lo más importante. Los chavales ya miraban al este que era donde estaba yo. Me levanté y me fui. Supuse que tendrían que decirse algo. Diez minutos después, allí seguían charlando. Igual han visto el amanecer sentados en una silla de madera. Quizás decidieron que no eran las mitades que se tenían que encontrar. No lo sé.
Nos deberían contar (a jóvenes y adultos) lo que decían los clásicos sobre los problemas actuales, cómo miraban un mundo que construían desde el pensamiento, como organizaban el cosmos... Al menos, nos plantearíamos las cosas desde diferentes puntos de vista, reflexionaríamos algo más.
No recuerdo bien lo que decía Fedro en ese banquete sobre la homosexualidad, ni lo que comentaba Sócrates al final de la obra. Voy a echar un vistazo para aclarar las ideas y no hacer el ridículo cuando discuta con alguien sobre ese asunto del que, por lo que se ve, todo el mundo sabe tanto.