La vida del revés

Nuestros hijos y el futuro

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26 ago 2019 / 22:56 h - Actualizado: 26 ago 2019 / 23:02 h.
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  • Jóvenes manifestándose. / EFE
    Jóvenes manifestándose. / EFE

El ser humano es un animal muy extraño. Habla. Reflexiona. Y puede negar la existencia de Dios al mismo tiempo que cree firmemente que si pasa bajo un andamio se quedará viudo; es capaz de llegar a la luna enviando un artefacto maravilloso al mismo tiempo que quema una superficie extraordinaria e improbable de selva y bosque en todo el mundo. El ser humano es tan maravilloso como mezquino; el ser humano es tan extraordinario por su pensamiento reflejo como tontaina por sus actitudes ante situaciones definitivas. Según salga el sol, las cosas pueden ir de lo exquisito a lo vomitivo.

Siempre pareció que el objetivo del ser humano era conquistar un territorio y destrozarlo. Sigue pareciéndolo. Las termitas se diferencian de nosotros en muy poca cosa.

El ser humano muestra una clara tendencia a la autodestrucción. Guerras, holocaustos, persecuciones de todo tipo... Desde el principio de los tiempos fue así. Primero a pedradas. Pegando tiros después. Ahora, vendiendo acciones en masa o aplicando aranceles sin control.

Eso sí, ante la pena, el dolor, el asco o el hambre y la nada, el ser humano siempre elige la pena, el dolor, el asco o el hambre. Nunca la nada o el pasar por el mundo de puntillas. Eso es lo que le hace especial. Sabe lo que es una cosa u otra y es capaz de reflexionar sobre lo que tiene enfrente.

Digo todo esto porque ante el desastre ecológico que vivimos en la actualidad (hemos destruido más en los últimos cincuenta años que en los cincuenta mil años anteriores), ante el desastre social que hemos vivido desde las cavernas hasta hoy mismo; y ante la que nos viene encima en el ámbito económico (superamos una crisis brutal hace unos meses y no ha cambiado nada de nada para evitar la siguiente), será el ser humano el que encuentre una solución. Siempre nos hemos terminado apañando y los jóvenes de ahora serán los encargados de arreglar el desaguisado que les dejamos como herencia. Los jóvenes. Menos mal que existen y son capaces de mirar estupefactos lo que hemos hecho hasta ahora en el planeta Tierra.