La vida del revés

Nuestros peligrosos niñatos

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04 jun 2020 / 08:30 h - Actualizado: 04 jun 2020 / 08:37 h.
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El pluralismo consiste es permitir que cualquier persona piense y decida por sí mismo; es decir, ser votante de un partido u otro, ser afiliado a un partido u otro o manifestar su forma de pensar en libertad, debería ser aceptado sin crítica alguna. ¿Los que se pavonean hoy de ser plurales y defensores de la libertad aceptan cómo son los otros? Ya les digo yo que no.

Durante el tiempo en el que la Segunda República estuvo en marcha, todos confundieron la libertad de expresión con decir lo primero que se les pasara por la cabeza, sin filtros, sin pensar en las consecuencias. Durante ese mismo tiempo, se confundió la libertad con poder hacer lo que a uno le viniera en gana. Tanto es así que los más cafres de todos se sublevaron en nombre de la verdad, de la libertad, del patriotismo y de Dios. Casi nada. Por supuesto, en ese periodo el pluralismo fue aplastado en muy poco tiempo. De hecho, pisotear la libertad en nombre de esa misma libertad era el pan de cada día.

Conviene que cada uno de nosotros pensemos en lo que hacemos, en lo que decimos y en lo que criticamos. ¿Aceptamos cómo piensan otros? ¿Defendemos la libertad queriendo que otros dejen de tenerla?

En el Congreso de los Diputados estamos asistiendo a los discursos más radicales, lamentables, flojos en contenido ideológico y fuertes en el macarrismo de tercera, de la historia reciente. Y estamos asistiendo a un señalamiento constante a los que no están del lado del ponente. La Guardia Civil se pone en duda; la separación de poderes se pone en duda; el Gobierno es un grupo de personas sin personalidad, sin formación, sin honorabilidad; la oposición esta formada por cuatro locos fascistas que quieren una guerra sobre la mesa; España es un país de mierda y hay que acabar con él... Y esto no puede ser. El espectáculo que están dando los políticos se va copiando en las calles y el daño que están haciendo ya es irreparable.

Los líderes políticos actuales tienen poco de líderes, de políticos y menos de plurales. De estadistas no tienen ni la esperanza de serlo. Deberían dejar que otros lo intentasen porque resulta triste y preocupante comprobar cómo alguien puede cargarse un país sin despeinarse. Es lo que tiene dejar todo en manos de cinco o seis niñatos. Cada día tengo más ganas de llorar.