Obligatorio el uso de la mascarilla para ligar

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25 feb 2021 / 13:11 h - Actualizado: 25 feb 2021 / 13:34 h.
"Opinión","Pandemia"
  • Obligatorio el uso de la mascarilla para ligar

Desde que apareció el SARS-CoV-2 en nuestras vidas, todo ha cambiado. Desde lo más insignificante a lo esencial, todo se dibuja con trazos distintos, con difuminados con los que no contábamos, con pinceladas inesperadas. Y, como todo ha cambiado, nos gustamos, unos a otros, de un modo distinto. Tal vez sea demasiado afirmar que el canon de belleza occidental ha cambiado, pero que ese canon ha quedado en ‘modo pausa’ es seguro.

Nos miramos y ya no vemos lo que antes. Solo unos ojos, unas pestañas, unas cejas y el pelo. El resto de lo que hay de cuello para arriba es invisible. Y, por supuesto, pueden ocurrir cosas que van de lo cómico a lo pasional.

Me contaba una compañera de trabajo que llevaba unas semanas bajando a una tienda de las que se dedican a hacer fotocopias, a encuadernar y ese tipo de cosas. Está estudiando y acudía a diario para imprimir apuntes y temas recibidos vía telemática desde la universidad. El caso es que empezó a sentirse atraída por el dependiente. Le parecía muy interesante aunque la mascarilla no le había permitido ver el rostro del joven. Hace poco, al entrar en la tienda, vio al muchacho sin mascarilla. Y se acabó el idilio. Dice que nunca había visto una cara tan descompensada. No sé si le ha ocurrido a alguien justo lo contrario aunque no me extrañaría.

Parece ser (así me lo han ido diciendo las personas a las que he ido preguntando antes de escribir esta columna) que tendemos a pensar que la mascarilla oculta belleza y pocas veces defectos o cosas que pueden desagradar. Somos generosos y pensamos que la gente es más guapa de lo que era. También es cierto que ahora el resto del cuerpo manda más que antes. Ahora somos gorditos, flacos, encorvados, jorobados o pequeñajos, con claridad. Antes una sonrisa llena de encanto podía servir para que esos kilos de más o de menos no pudieran acabar con un encuentro. Ya eso se acabó (hasta que podamos caminar por la calle sin mascarilla). Ahora no hay sonrisa que valga.

Otra cosa que me suelen comentar mis amigos y familiares es que los detalles, los pequeños matices de los otros, se olvidan. Ya no recordamos con exactitud la cara de ese compañero de trabajo que siempre aparecía en la cocina cuando entrábamos nosotros para hacer un café. Solo vemos la expresión de sus ojos (nos sigue gustando) aunque falta poder disfrutar de un conjunto que nos parecía muy bello.

No sé, quizás algunos (si esto es verdad) nos tengamos que tatuar una mascarilla simulando las que llevamos ahora; tal vez, los menos favorecidos estemos encontrando un verdadero chollo para, por fin, gustar un poco más. Quién sabe. Lo de los kilos de más, las jorobas y eso, ya veremos. Está difícil la cosa.