Así no puede ser, no podemos esperar que España sea un país potente y serio con las personas que tenemos ahora al frente de los ministerios de Educación y Universidad, Isabel Celaá y Manuel Castells, respectivamente, a los que se les suman el presidente Pedro Sánchez y el vicepresidente Pablo Iglesias como responsables máximos. Todos ellos representan la negación de la izquierda, el engaño al ciudadano que crea que lo que tiene ante sus ojos es la izquierda y que la izquierda se basa en repartir dinero público como si fueran obras de caridad religiosas.
La concepción del trabajo de Karl Marx aparece ya en sus manuscritos filosóficos de juventud. Era su forma de ver el trabajo, en abstracto, sin ligarlo todavía al trabajo capitalista. Marx pensaba que el trabajo se presenta como un factor fundamental del desarrollo de la concepción materialista e histórica. El trabajo constituye la actividad que opera como mediación entre la naturaleza y el hombre; expresa el esfuerzo humano por regular sus relaciones con la naturaleza del tal modo que, transformándola, se constituye a sí mismo.
El trabajo es una derivación del ser natural que es el humano, su actividad dignifica y no es ningún castigo bíblico, se supera así aquello de ganarás el pan con el sudor de tu frente como si trabajar y esforzarse fuera una tortura. Al contrario, la clave está en lograr que el humano halle un trabajo acorde con la personalidad de cada uno para que su ocupación eleve su autoestima. El humano es cazador y recolector, posee el don de explorar y necesita, desde niño, una dosis de sufrimiento para que le asigne valor a las cosas.
Este gobierno enlaza perfectamente con la sociedad líquida y engañosa que tenemos en nuestros días. Engañosa porque a los niños y jóvenes se les cría, desde la familia hasta la universidad incluida, en la filosofía de lo light y luego esas personas tropiezan con la realidad de un mercado inapelable que no tiene piedad con nadie, con el añadido de que las últimas generaciones han sufrido ya dos crisis gravísimas, la de 2008 y ahora ésta de la pandemia de 2020.
Soy de la opinión de que los que de verdad valen salen adelante con todo tipo de dificultades –lo traen de fábrica, en el ADN- pero que otros muchos encierran un potencial que debe ser despertado por la sociedad –desde la familia hasta el Estado- y eso no se hace con subsidios y becas para los que no se necesita rendir apenas cuentas sino ser “vulnerable”. Muy bien, hay que ayudar al vulnerable, pero para que despegue por sí mismo porque aquí el que no trabaje no come y en eso coinciden Lenin y La Biblia. Es preciso distinguir entre aquellos que son víctimas de la barbarie mercantil y el indolente que ni trabaja ni busca trabajo ni estudia pero cobra dinero público porque este último –que no son pocos, sean españoles o no- le está robando al Estado y eso no lo consiente ni la teoría política de la izquierda ni la de la derecha ni una tribu primitiva ni una horda prehistórica.
Celaá ya ha demostrado su incompetencia con la pandemia y sus constantes dudas pasándole la patata caliente a las comunidades autónomas. De modo que para unas cosas todo el poder lo tienen los cuatro del comité del Estado de Alarma, pero cuando llegan otros aspectos –como la Educación- que decidan las autonomías. Mi sorpresa está siendo Castells, una eminencia en España, en el mundo de habla hispana y en Estados Unidos, un país donde las exigencias para llegar a la universidad y luego graduarse son muy altas, que, sin embargo, alcanza el ministerio de universidades y se vuelve caritativo. Ahora los discriminados van a ser los que trabajan, los vulnerables van a ser los “ricos” y la universidad pública una forma de gastar dinero público en centros de mala calidad que con el tiempo o habrá que cerrar o se quedarán ahí como algo menor y desprestigiado. Los ricos y todo el que pueda se irán al sector privado.
Sin dudar de que hay que mirar por las personas realmente necesitadas, primero, por muy necesitadas que estén, el becado debe rendir cuentas académicas ante el Estado y la sociedad. Segundo, el señor Castells pretende becar a todos los pícaros que ahora, en estos momentos, tengo a mi alrededor intentando aprobar mi asignatura con medias verdades y mentiras, con un 5 les bastará y luego llenarán de lodo e incompetencia a la sociedad entera y al país. Todo obedece a una estrategia que en otro momento abordaré, pero yo con esta izquierda no voy ni a la habitación de al lado.