Los negacionistas de las vacunas e incluso de la pandemia suelen ser personas que encuentran su seña de identidad en esa postura, tapadera de cobardías, ganas de ser alguien y falta de conocimientos. Pero tienen razón en algo: el miedo le es muy útil a cualquier poder y, en lo que se refiere a los medios de comunicación, vende mucho. Todos los medios de los que me llega información -por llamarla de alguna manera- saben que la gente está alarmada con la nueva variación del virus y por fuerza tienen que buscarse lo que sea para hablar de lo que aún se ignora. No se dice: “miren, de esto aún no se sabe nada, informaremos cuando se sepa oficialmente a través del conocimiento científico. Mientras, mascarilla, prudencia y a pasarlo bien, dentro de lo que cabe”. Eso periodísticamente sería un error si se piensa en la alcancía, lo que se debe hacer es sacar ómicron de donde sea y con el pretexto que sea. El resto lo aporta el receptor que con su miedo engorda la noticia y deduce lo que no le están diciendo.
Cada uno lee y escucha lo que quiere, no lo que realmente le están indicando, es un curioso fenómeno alimentado por el miedo que siempre ha acompañado al ser humano. Hasta Hobbes dijo aquello de cuando yo nací nacimos dos seres: yo y mi miedo. A mí hay personas que me aseguran lo que yo no he dicho en mis escritos, sean libros o artículos, y de ahí no hay quien las baje, no se trata, en el fondo, de lo que yo afirme sino de lo que cada cual crea, necesite o quiera que yo afirme.
A lo mejor cuando estas líneas vean la luz ya se tiene todo claro porque todo va muy deprisa y la ciencia ya no sólo avanza una barbaridad sino que lo hace a unas velocidades meteóricas -supongo que contra el criterio de muchos científicos y dadas las circunstancias- pero en estos momentos en los que escribo -horas antes de que este texto se pueda leer públicamente- no está claro el valor de las vacunas en lo que a la nueva variante se refiere y sin embargo leo que toda Europa se prepara para el tercer pinchazo.
Lo del tercer pinchazo lo veo turbio aún, me da la impresión de que hay una tendencia muy nerviosa en las autoridades de pinchar por pinchar. Desde que en julio me endiñaron el segundo pinchazo de AstraZeneca han ocurrido bastantes cosas en el interior del virus, ¿qué me van a meter dentro ahora?, ¿lo mismo de antes que estaba guardado en la nevera?, ¿otras vacunas de la misma marca, corregidas y aumentadas, como el diccionario de la RAE, mientras enviamos las antiguas a países de por ahí? Estoy y estaré siempre con la ciencia, sé que soy un conejillo de indias y lo hago porque soy científico social y tengo una mirada no sólo de lo inmediato sino de futuro también, pero de ahí a que no me digan con claridad qué me van a inocular con el tercer pinchazo y si sirve de verdad para la nueva variación del virus...
Por otra parte, supongo que si el virus sigue mutando para mal habrá que cerrar puertas y ventanas entre unos países y otros, o sea, que lo que no han logrado los antiglobalizadores lo puede lograr el Sars Cov2 que no levanta ni un milímetro del suelo. No soy un experto, pero lo normal es que, si el virus comprueba que ya no puede campar a sus anchas dentro del huésped, se las apañe para no destruirlo y se produzca una especie de convivencia donde los efectos negativos sean pocos, leves o medianos, salvo en las personas de riesgo. Es una ley de colaboración intervital de la naturaleza, nuestro cuerpo está por dentro repleto de “individuos” microscópicos y a primera vista intrusos que viven ahí, con nosotros, en armonía o relativa armonía como es el caso de la Helicobacter Pylori, la bacteria o protobacteria que origina la úlcera de estómago cuando se le cruzan los cables. Claro que, como saben ustedes, el problema está en la globalización, aparece una mutación en Sudáfrica y en un momento cientos de sujetos que llegan desde allí en avión porque vienen de turismo o de hacer negocios, política, academia, etc., nos traen el regalito. Y es que el problema es global y seguimos tratándolo como occidental. El virus nos enseña nuestra verdadera cara marcada por el egoísmo y la indiferencia hacia el otro.