Los medios y los días

Orgullo gay, respeto a la mujer y más cambios profundos

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02 jul 2022 / 04:00 h - Actualizado: 02 jul 2022 / 04:00 h.
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  • Foto: Alejandro Martínez Vélez - E.P.
    Foto: Alejandro Martínez Vélez - E.P.

La Historia nos está hablando con claridad. No se terminó en 1991 cuando se hundió la URSS y Francis Fukuyama, el relaciones públicas de la Casa Blanca, como le llamó el historiador Josep Fontana, anunció el fin de la Historia con la victoria del mercado neoliberal capitalista. No, aparecieron más fases, y el señor Fukuyama tuvo que recular en esa mala lectura de Hegel que había hecho. Irrumpió un nuevo desorden mundial, el nuevo terrorismo, la sociedad ciber, la Inteligencia Artificial y empezaron a emerger nuevas potencias.

En el apartado social, la mujer dijo hasta aquí hemos llegado, los homosexuales y lesbianas también y otros asuntos como la eutanasia y el aborto están ahí diciéndonos que si algún giro inesperado no lo remedia (como el que se está dando en EEUU), se están produciendo nuevos fenómenos sin vuelta atrás. Si le arrebatamos a esos fenómenos los tintes populistas que confunden derechos con venganzas y adoctrinamientos ortodoxos, la nueva etapa histórica seguirá adelante. Pero si, en efecto, se dan esas venganzas y esos lavados de cerebro, los nuevos movimientos de liberación estarán tirando piedras contra sus propios tejados y sus justas demandas se les volverán contra ellos. Si estiran demasiado la cuerda se les romperá y volverá a escena algo que está bien visible: la resistencia al cambio.

Es una constante en la Historia: grandes cambios conllevan grandes resistencias y eso es lo que se está viendo ahora: el miedo a la libertad que se refleja en medios de comunicación concretos y en charlas a veces lógicas porque no se están buscando derechos sino ajustes de cuentas con los presuntos opresores que son todos los hombres a los que se les supone miembros de una sociedad patriarcal opresora de la que devienen todos los males como desde la religión creen que proceden del Maligno. Para los promotores del odio, la ciencia no existe, existen sus filosofías de zapatillas y batín que su mente fantasiosa idea en la alcoba. Los problemas de la mujer, de los homosexuales, los simplifican a veces hasta el esperpento y logran el efecto contrario al que con justicia persiguen.

Como hay una resistencia al cambio, esas posturas simplonas alimentan la fuerza de los reaccionarios porque al sesgar el justificado fin de las ideas emancipadoras, provocan, por ejemplo, que yo escuche en el velador de al lado a unos jóvenes hablar de la mujer como una enemiga que persigue el rechazo, no la complementación y el amor.

Sin embargo, repito, si el radicalismo no lo estropea e imprime mucho miedo en la gente común, algo se mueve con carácter irrefrenable. Tiene razón María del Monte cuando afirma que ojalá no se celebraran fiestas del orgullo porque todos tengamos asimilado que el amor está por encima de quien lo protagonice y ella no tenga que estar escondida con su novia durante decenios. Hay una salvedad en esa afirmación: existen personas que viven físicamente de la represión del movimiento gay, del sufrimiento, y acaso sigan en la brecha cuando no haga falta que ojalá sea pronto, ese tema y el del asesinato de mujeres que da asco. Se asoman ante nosotros tiempos mejores en los que uno tiene derecho a emparejarse con quien desee; en los que la mujer y el hombre deben ser considerados por sus hechos y no por sus entrepiernas; en los que el aborto debe ser legal y que cada cual corra con los efectos de su conciencia; en los que cada quien sea dueño de su vida y decida que lo maten cuando su vida no sea vida sino tormento. En los que quien mate a una mujer deba pasar toda su vida en la cárcel, sin triquiñuelas legales. Son cambios profundos que va a costar mucho trabajo asimilar y sin embargo si las cosas no se sacan de quicio son imparables. Me gusten o no, así es la Historia, y yo debo hablar como librepensador, no como alguien influido por la esclavitud del pasado. El miedo al cambio debo reprimirlo y guardarlo en el cajón más recóndito de mi cerebro. La evolución sigue, si es hacia atrás o hacia adelante, por el momento, no es más que una apreciación psicológica, cultural, moral.