Lo hemos vuelto a hacer. Seguramente porque somos de tropezar dos veces con la misma piedra o porque nos ponen demasiadas piedras en el camino. Quién sabe. La cuestión es si nos empujarán ahora a tropezar por tercera vez... De momento, el día después amanece un país mucho más liado de como quedó la última primavera. Ahora sí que no hay dios que forme un gobierno. O por lo menos uno donde no para hasta la abuela. El caso es que vivimos en un país cabreado que refleja su insatisfacción en las urnas. Y si en abril votamos tan mal que los políticos no supieron por dónde empalmar resultados, ahora la hemos liado parda, porque los empalmes dan chispazos.
Viendo como ha quedado la tarta, hecha añicos, esta mañana ha crecido el número de nostálgicos del bipartidismo. Qué años aquellos de TVE1 y La 2. Entonces apenas se discutía por el mando.
La izquierda asegura haber aprendido que el vicio de su división no le sale más caro porque, en la derecha, las gallinas que entran por las que salen. Pero no es verdad. La superioridad moral de sus taifas le juega estas malas pasadas. En la derecha, por su parte, también (tan bien) dividida, ya sabían que el partido de Rivera les iba a fallar, pero no tanto. Ni siquiera lo sospechó el propio Albert, que hubiera formado un gobierno monumental en sus buenos tiempos. Pero se le fue el pájaro. El tren pasa una vez en la vida, hasta por Teruel. Me sorprendió anoche ese diputado en una provincia que tiene la misma población que Dos Hermanas, mientras en Andalucía -un quinto del país- ni está ni se le espera ese partido que nos represente en los madriles.
Los de Unidas Podemos son otros, u otras, que mejor bailan. Ahora se han quedado en la mitad de como empezaron y siguen culpando a todo cristo. Errejón insiste en haberle hecho un favor al país, empezando por él mismo. Y Vox le ha hecho el sorpasso a todo el mundo, aunque al PP le escueza más que a nadie, pues adelantar por la derecha estaba prohibido hasta hace nada. Pero los tiempos han vuelto a cambiar.
Solo Pedro Sánchez continúa sonriendo sin motivo. Por puro sentido de estado. O por puro formalismo. El protocolo es lo que tiene.