Pablo Iglesias, vicepresidente segundo y ministro de Derechos Sociales y Agenda 2030, dice que le «incomoda enormemente» que se reivindiquen las corridas de toros como algo cultural.
El diccionario dice que cultura es el «conjunto de conocimientos, ideas, tradiciones y costumbres que caracterizan a un pueblo, a una clase social, a una época, etc».
Podríamos profundizar más sobre qué es la cultura y, efectivamente, comprobaríamos que se parece bastante a la definición del diccionario.
Resumen: Pablo Iglesias no sabe ni lo que dice al referirse a los toros o a la cultura. Me recuerda mucho a Santi Abascal defendiendo la tauromaquia sin ton ni son, creyendo que defendiendo el pasado y las tradiciones (sean malas o perversas) de una nación se la protege y sin entender que la evolución puede significar la renuncia saludable a cosas que funcionan como lastres. Ese es otro que no entiende casi nada, pero estamos hablando de Iglesias.
Todos nosotros podemos afirmar, desde el convencimiento, que no nos gustan las corridas de toros, que son una salvajada, que no se puede consentir que se torture de una forma tan grosera y brutal a unos animales. Todos lo podemos decir. Incluso nos podemos sentir avergonzados porque parte de nuestras costumbres tengan que ver con la tauromaquia.
Por otra parte, todos podemos afirmar que las corridas de toros son una tradición ancestral, una forma de hacer florecer la estética de una violencia que nace del arte; podemos afirmar que el toro bravo es el animal que mejor vive sus cuatro o cinco años de existencia en la dehesa, que lo que sí es cruel es enviar a los animales a un matadero roñoso; podemos defender que la razón de ser de este animal es la lidia y que sin esa razón, el animal bravo estaría condenado a la desaparición.
Pero nadie puede decir que las corridas de toros no son parte de la cultura. Porque lo son, señor Iglesias, lo son. Más o menos discutibles; más o menos deseadas, pero lo son.
Su comparecencias, sean donde sean y sean cuando sean, son mítines que buscan un puñado de votos y poco más. Una vergüenza en tiempos tan duros como los que estamos viviendo. Su populismo va de hacer chistes sin gracia con el pago de impuestos de la gente con más dinero (¡tenga cuidado no se vaya a subir los impuestos sin querer!) a sacar la tauromaquia de la cultura.
Por si alguien se lo está preguntado, confieso que fui un amante absoluto de la tauromaquia. Ya no lo soy y si prohiben las corridas de toros no protestaré porque creo que hay razones para hacerlo. No me gustaría que así fuera aunque si la mayoría decide que las corridas desaparezcan lo entendería. Aunque sé que la cultura española quedaría malherida.