El gravísimo cambio climático de la política española está basado en el negacionismo de las verdades más evidentes. Tan palmarias que, solo cuando conviene exculparse, sí son utilizadas como reversible argumento de firmeza democrática, cuando no les sale la jugada de las alianzas temerarias, por quienes se cambian la chaqueta para aposentarse en el poder incluso mediante la conculcación de esas verdades y la marginación de quienes las encarnan.
Es nefasto que los principales partidos nacionales herederos del gran consenso constitucional, y me refiero a PSOE, PP, Podemos y Ciudadanos (todos encuadrados en lo que ha significado históricamente el pacto entre dirigentes con trayectorias biográficas y políticas tan antagónicas como Adolfo Suárez y Santiago Carrillo), no defiendan juntos que la primera prioridad para que España reinicie la senda de progreso es liberar del yugo supremacista a los millones de catalanes que son a diario víctimas de la persistente estrategia de los secesionistas para usurpar las funciones básicas de las instituciones e imponer un modelo antidemocrático. En el que el prefijo ultra es el que mejor connota al sustantivo nacionalismo.
Un ejemplo diáfano de la anomalía a la que no debemos seguir acostumbrándonos. La mayoría de la sociedad española, vote a PSOE, o a PP, o a Podemos, o a Ciudadanos, sintoniza claramente con la Cataluña de valores constitucionales y universales que representa el escritor Javier Cercas, pero las cúpulas de los partidos a los que votan no confluyen en defender los derechos y libertades de los catalanes como Javier Cercas. Nació en un pueblo extremeño pero vive entre Gerona y Barcelona desde que llegó con cuatro años de edad. Habla castellano y catalán, se siente catalán, español y europeo. Con sus libros y artículos, que tienen gran cantidad de lectores en toda España, acredita ser una persona de fundamentos progresistas que también ejercita el pensamiento crítico para ser libre analizando la autenticidad de los mantras progresistas y la credibilidad de quienes ofician como tales.
Cercas ha recibido el Premio Planeta por su novela 'Terra Alta', cuyo personaje protagonista es un policía autonómico catalán y cuyo argumento pivota sobre vivir o no bajo el principio de legalidad. Cercas forma parte del censo de catalanes que han experimentado ser insultados por independentistas en las calles de sus pueblos y ciudades. Los partidos españoles que se proclaman de izquierdas dan la espalda a los intelectuales que en el siglo XXI piensan y escriben desde Cataluña como Cercas, que han puesto los puntos sobre las íes a la gran mentira del beatífico movimiento secesionista, y que en el fondo son continuadores del espíritu de la Institución Libre de Enseñanza, el ágora del que emanaron las bases de la España moderna para liberarse del caciquismo y de los aldeanismos.
Estamos en la apoteosis de la irracionalidad: en lugar de encauzar la gobernanza de España reestableciendo la igualdad de oportunidades para los catalanes que son víctimas del adoctrinamiento y del ostracismo, se potencia en la política nacional a quienes les perjudican y además están encantados de engañar, de provocar y de jugar a la ruptura, hasta el punto de que buscaron apoyos incluso de un tirano como Putin.
Quien mejor ha desmontado con datos las mentiras del mesianismo pujolista es el catalán y socialista Josep Borrell. Antes de decir adiós a los Consejos de Ministros en el Palacio de la Marmota, para integrarse en el Gobierno de la Unión Europea, a Borrell le han preguntado: '¿Esquerra es progresista?'. Su respuesta: “El nacionalismo irredento que ejercen está en las antípodas de una postura progresista”. Es de cajón. La igualdad es uno de los principios esenciales del origen del pensamiento político de izquierdas. Lo que Esquerra practica a diario en la sociedad catalana es la desigualdad.