Qué vergüenza, éste y otros medios hablando del dinero que nos van a costar las nuevas elecciones y de todo el que se tira a la basura pagando a los políticos adolescentes -como los definió Núñez Feijoo- y yo publicando columnas bromistas, aunque vaya en mi descarga lo que afirma el dicho: “Entre broma y broma, la verdad asoma”. En efecto, la adolescencia hoy se prolonga mucho, mi padre me decía que él con 14 años o menos ya estaba en el campo trabajando, si colocamos los números al revés y anotamos 41, vemos que el mundo se ha llenado de Peter Panes y de adolescentes eternos que, cobijados en el hecho de que no hay trabajo, ahí que se quedan chupando del bote y de la sopa boba de los padres y los padres lamentan la ausencia de puestos de trabajo pero algunos están a gusto con la presencia eterna del niño, sobre todo esas parejas que ya nada tienen que decirse y se soportan amistosamente. Eso sí, hoy un muchacho o muchacha pueden pasar de su dormitorio en casa de sus papás a un escaño en un parlamento. Toda una lotería.
Voy a decir algo más de lo que pienso de estos momentos políticos por los que atraviesa España, pero poquito para que luego no me riñan los dos lectores que tengo. Punto número uno y esencial: el pueblo siempre tiene que sentir la sensación de que es alguien, de que tiene poder. Aunque decida no votar, sentirá que ése es su poder: abstenerse. La democracia es un atentado contra la razón, pero tiene su utilidad, por ejemplo, ahora que los “niños” no saben sacar adelante un gobierno a pesar de que los partidos se parecen mucho y sería perfectamente posible un gobierno PSOE-PP y si quiere añadirse Ciudadanos, también. Pero eso lo posibilitan los políticos de estado, no los niños que nos han tocado en suerte.
De forma parecida a como se le dio pan y circo al gentío de Roma y eso le permitía sentirse protagonista -de forma similar a esas masas de forofos del fútbol que se colocan distintivos para ser alguien-, el descubrimiento de lo que llaman democracia fue magnífico para el aparente empoderamiento del ciudadano. La democracia es asunto del capitalismo liberal que después la ha completado con la sociedad digital de nuestros días: “Yo sin mis pistolas me siento desnudo”, decía el cowboy del oeste americano. Ahora, “Yo sin mi Smartphone siento como si me faltara un brazo”. Poder para el pueblo, lo dice hasta un anuncio de móviles: “Power to you”. Móviles y todos aquellos adminículos que te hagan más fuerte, es como el caballero de la Edad Media que triunfaba gracias a su caballo y a su armadura.
El menos malo de los sistemas es el refugio de los poderosos cuando ellos no se ponen de acuerdo en algo y corren tiempos en los que nadie los inquieta seriamente. En España los inquieta Podemos pero ya está anulado, dije en una ocasión aquí mismo que Pedro Sánchez tenía consignas de muy arriba para que no se uniera con Podemos y creo que los que se las han dado tienen razón porque Podemos es la vergüenza de la izquierda y el escaparate del pensamiento débil que se trocea en comportamientos típicos de adolescentes. Pero el voto no es vinculante para los votados, hay que esperar cuatro años para botarlos del Parlamento, algo a lo que la gente está acostumbrada pero persiste en su papel por eso, porque necesita sentirse importante. Cada voto que le demos a los adolescentes es un contrato de trabajo a todo postín para vivir del debate eterno porque ellos pueden gobernar pero no mandan, en España y en el mundo no mandan, mandan estancias superiores a las que nadie elige, manda el mercado y nadie osa enfrentarse a él porque en el fondo es el que nos ofrece pan, circo y democracia.