Panzers en Ucrania

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11 mar 2023 / 10:12 h - Actualizado: 12 mar 2023 / 10:13 h.
"Tribuna"
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Confieso el uso licencioso del vocablo alemán como reminiscente sensacionalista a la Segunda Guerra Mundial, que remite a “coraza” y en la usual combinación de sustantivos del idioma de Goethe responde a la forma abreviada panzerkampfwagen, que significa “vehículo de combate blindado”, en español “carro de combate”, o en versión popular y por derivación inglesa “tanque”. Seguro que a estas alturas si escribo Leopard 2 y Ucrania en el buscador habitual, el reguero de noticias se satura en una mezcla de contadas aportaciones expertas y ese pastiche de refrito periodístico o bot al uso. La prueba del algodón para la profesionalidad de estas cosas sería un examen breve de identificación visual avanzada entre imágenes de las variantes de este blindado (2A4, 2A5, 2A6, 2A7, 2A7+, 2E, Bergepanzer Büffel, Fahrschulpanzer o Panzerschnellbrücke Leguan...entre muchas).

Infulas aparte y todavía emocionado por el miserable fusilamiento de un soldado que impasible asume la muerte con un “Gloria a Ucrania”, las guerras tienen variables en su estudio estructural, por lo que del primordial aspecto humano, político o histórico a veces pasamos a un exaltado protagonismo de las armas singulares que intervienen, lo cual no es nada desdeñable o superfluo en la comprensión o devenir de los propios conflictos o en las acciones y posturas de los distintos gobiernos. Ningún analista se podría saltar en estos momentos que en la continuidad de la lucha para Ucrania ha sido determinante el envío del obús M777 de 155 mm, los misiles antitanque FGM-148 Javelin o el Sistema de Cohetes de Artillería de Alta Movilidad M142 HIMARS. En el mismo sentido todo el conjunto de guerra electrónica (EW), información satelital, misiones de inteligencia, vigilancia y reconocimiento (ISR) o inteligencia de comunicaciones e imágenes (COMINT-IMINT), tanto por parte propia como por la de aliados occidentales se ha compaginado con el imaginativo uso de vehículos aéreos, sistemas aéreos de combate y de vehículos de superficie no tripulados (UAV-UCAS-USV), o la terrible y tradicional lucha de trinchera con tiro a quemarropa y pala de zapador. No da el espacio para cubrir todo el espectro tecnológico de esta guerra o la ingente cantidad de material entregado a los contendientes de manera oficial y encubierta, ni pretendo aburrir al lector interesado con más siglas o tecnicismos de los precisos, pero vaya por delante que estamos ante cambios drásticos globales en el modo de hacer la guerra presente y futura, con la posibilidad muy real de un conflicto a escala mundial y ya...de perdidos, con algunas papeletas para un potencial holocausto nuclear.

Con un paso a paso meditado, Occidente ha cambiado de un momento timorato inicial en el que mandaba material humanitario-defensivo (ambulancias, cascos, chalecos de protección, ropa de invierno, generadores, etc.), a palabras mayores en forma de artillería móvil, sistemas antiaéreos, vehículos tácticos, y un aumentativo etcétera que lleva a un tabú habitual que no es otros que las aeronaves de combate y los medios acorazados (especialmente lo que se conoce como Main Battle Tank o carro principal de batalla). En el primer caso parece creíble que algunos ejemplares de Mig-29 y Su-25 polacos, búlgaros y eslovacos se hayan entregado discretamente como “piezas de recambio”, mientras que a medio plazo se habla del F-16 o de excedentes retirados como Tornados italianos y alemanes o los Mirage 2000C franceses. Reino Unido incluso propone trueque de Typhoons propios (sólo ellos llaman así al Eurofighter), para que los países OTAN que todavía tienen material de origen soviético se vayan desprendiendo del que quede en servicio. Evidentemente no hablamos exclusivamente de aviones, ya que la adaptación de pilotos ucranianos a aparatos occidentales lleva unos cuantos meses para una capacidad operativa mínimamente realista y como el conflicto parece ir a largas, la implementación será progresiva llevando al uso de armamento de última generación como bombas guiadas de alcance extendido (JDAM-ER) o misiles antirradar.

Retorno al tema carro de combate como eje para una lucha que es y va a continuar siendo decisiva en su uso (las ofensivas de primavera están a la vuelta de la esquina), y con una peculiar conversión en simbología victoriosa o trofeos públicos a modos de dragones muertos, como los expuestos en Kiev o el T-72 en las narices de la embajada rusa en Berlín. Las remesas para sustituir las amplias bajas de Ucrania (en los rusos son proporcionalmente mayores), implican listados de M-1A2 Abrams norteamericanos (sin el blindaje secreto de uranio empobrecido), Challenger 2 británicos, carros ligeros franceses AMX-10, o exóticos T72 marroquíes y macedonios junto a M55 eslovenos que se añadirían a otras donaciones, supervivientes de sus propias fuerzas y a los capturados a Rusia (T-64, T72, T80). A esta pesadilla logística se añade nuestro protagonista panzer, con antiguos Leopard 1A5 sacados del letargo y un conjunto de versiones del Leopard 2 (que ya están llegando), aportados por Polonia, Alemania, Canadá, España, Noruega, Finlandia, Suecia y Portugal (algún otro donante se lo sigue pensando). En el caso español parece que serán 10 ejemplares 2A4 que han pasado de estar en “situación absolutamente lamentable” a reparados “con mejoras”, siendo curiosa esta prudencia comparada con lo translúcido de otros elementos como los sistemas superficie-aire Aspide y Hawk, los 1.370 C-90 contracarro o los potentes misiles antibuque Harpoon.

El felino acorazado combina en buen equilibrio el clásico eje movilidad-protección-potencia de fuego y es fabricado por Krauss-Maffei Wegman con un cañón L44 o L55 de 120 mm de Rheinmetall. Su motor de 12 cilindros otorga unos 1.500 caballos de potencia (mire el manual de su coche para comparativas), bebiendo 300 litros de combustible a los 100 kms. por carretera, que se disparan a 500 litros cuando va campo a través (haga cuentas). El proyectil perforante que dispara alcanza objetivos a 4.000 metros y cuesta la friolera de 3.894 euros, mientras que los del tipo carga hueca salen por algo más de 2.000 (cada carro puede llevar en combate 42 disparos).

Como ya he explicado en anteriores artículos, para juzgar el origen de esta guerra y proponer soluciones, tan irrisoria y peligrosa es la postura pretendidamente pacifista de algunos (con dudosas afinidades putinescas), los cambios de chaqueta ad hoc de otros, o creer que estamos exclusivamente ante una cruzada por los justos valores de la civilización y los derechos humanos. El ciudadano consciente podrá observar que detrás de estas generosas entregas armamentísticas se está probando material y táctica de forma experimental y realista, se hace todo un plan renove de material propio en el seno de la Alianza Atlántica, o se justifica la reposición del vacío de stocks de munición.

Intento ser aún más pedagógico explicando algunos entresijos y datos de esta “economía bélica”: Lockheed Martin está vendiendo el carísimo F-35 entre los aliados como rosquillas, arrasando proyectos alternativos europeos con el made in USA, mientras que Estonia acaba de proponer que la UE invierta 4.000 millones de euros para aumentar la producción y compra conjunta de proyectiles de 155 mm, dado que los dos contendientes gastan según el momento y a diario entre 5.000 y 20.000 disparos. Las acciones de estas empresas crecen en bolsa para gracejo de accionistas y como el miedo y la avaricia van de la mano, las perspectivas de beneficios son gigantescas. La mencionada Rheinmetall (en su haber pasado está el mítico cañón Flak 88 de la Wehrmacht), ha creado el Panther KF51 con una nueva torre de 130 mm, que se postula como uno de los candidatos a sustituir un enorme mercado de entre 5.000 y 8.000 nuevos carros de combate para los países que conforman la OTAN (Corea del Sur con su K2 Black Panther es otro posible proveedor avispado). En realidad planea instalar una factoría en la propia Ucrania para su fabricación y equipamiento junto al blindado Lynx, amén de estar desarrollando una política comercial agresiva en la compra de otras empresas dedicadas a la fabricación de explosivos (Expal en nuestro país). La apuesta de este gigante empresarial no está exento de riesgo, dado que tanto la captura de algún ejemplar sobre el terreno (con acceso a información tecnológica crucial por Rusia), como la posibilidad de pérdidas y daños graves podrían dañar la reputación frente a otros competidores (Cf. Leopard 2A4 turcos en la ciudad siria de Al Bab, en combate contra el Daesh, 2016).

El conflicto en Ucrania es una agresión brutal y un sufrimiento humano que no debe ser tolerado aunque nos está conduciendo a un callejón sin salida (la suspensión del tratado START III por Putin añade más riesgo potencial). El doble rasero internacional con otras guerras es intolerable (especialmente el de Estados Unidos), y da poca credibilidad a la idea de un orden y justicia internacional, lo que infla velas a potencias dictatoriales como China, de la que ya llevamos tiempo avisando que su postura agazapada no es sino precaución temporal. Traspasado un año desde la invasión hay quién piensa ya en la reconstrucción de Ucrania como un gigantesco negocio subsidiario del horror: si el sacrificio de vidas es un trasfondo más para el enriquecimiento privado y una futura salida en falso pactada por los poderosos de este mundo, malditas sean las guerras y los canallas que las hacen.