La Tostá

Parrita se fue y se llevó su eco

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Manuel Bohórquez @BohorquezCas
27 oct 2020 / 08:02 h - Actualizado: 27 oct 2020 / 08:10 h.
"Flamenco","Música","Arte","La Tostá"
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La discusión anoche era si el cantante gitano Vicente Castro Jiménez, Parrita, era o no flamenco. O sea, cantaor. Murió ayer a la edad de 63 años y hay ya decenas de miles de personas que no le ven sentido a seguir viviendo. En su mayoría gitanas, aunque el músico valenciano era un poco de todos. Me llamó una venezolana afincada en Vancouver, Canadá, llorando como una magdalena. Parrita hace años que se metió en el corazón de cientos de miles de personas de todo el mundo y ayer murió alguien más que un cantante de baladas gitanas: murió un líder musical y social. Pero no era un cantaor en el sentido más puro del término. Ni fue nunca de eso. No era el Rey del Flamenco, así, con mayúscula, como lo definían ayer entre lágrimas personas que, rotas por el dolor, desvariaban. Pero Parrita era mucho más flamenco que esos que se creen que lo son porque cantan una soleá de Alcalá impostando la voz para parecerse a Juan Talega o Enriquillo el de la Paula. Ser flamenco es algo más que aprenderse unas coplas y cantarlas en un estilo concreto. Es una actitud ante la vida y el mundo, y Parrita tenía esa actitud. Es una manera de sentir la vida y él se la bebió de una forma muy flamenca, viviendo en el arte y para el arte, cantando unas veces por dinero y otras, las más, para hacer felices a los amigos.

Hace ya algunos años, en Madrid, vi cómo Paco de Lucía lo recibió en un acto como si fuera Dios. Lo dejó todo para darle la bienvenida y ofrecerle una copa y estuvo toda la noche intentando que no se separara de él. Lo adoraba y decía que afinaba como un ángel. Parrita tenía unas condiciones únicas para el cante, el canto o la balada, como quieran. La técnica suele ser adquirida, pero también hay una técnica natural que tienen los flamencos. ¿Quién le enseñó a Camarón a cantar afinado como un violín? Afinación, cuadratura, compás, vocalización, control de las escalas sin descomponer la melodía, velocidad, emoción, pellizco, sostener una nota..., y actitud. Parrita era perfecto, un prodigio de músico. Cogía una canción insulsa, vacía, de latón, y la hacía de oro. Luego tenía esa humanidad que le rebosaba por cada poro de su cuerpo, y una sencillez nada común en el mundo de los vanidosos. Entonces, claro, hoy es un día triste para cientos de miles de personas, porque se ha ido un grande muy grande de la música española. Llevaban tres días anunciando su muerte en las redes sociales, estando aún vivo, porque tenían miedo a que se muriera de verdad. ¿Morirse Parrita? ¡No, por los clavos del Señor! Cómo se va a morir quien es la vida. Imposible. Pues sí, se ha muerto y tan joven que se te parte el alma. Se ha ido y se ha llevado su eco, ese metal que ya lo quisieran quienes creen que impostando la voz son más gitanos que Chorrojumo. “Gitano no es cualquiera”, dijo un día Chocolate. Ni flamenco. Parrita era las dos cosas. ¡Y cómo cantaba!