La Tostá

Pastora Pavón y el feminismo

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Manuel Bohórquez @BohorquezCas
24 nov 2022 / 08:12 h - Actualizado: 24 nov 2022 / 08:13 h.
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El próximo domingo se van a cumplir 53 años de la muerte de Pastora Pavón Cruz, La Niña de los Peines (Sevilla, 1890-1969), la artista más grande de la historia del cante andaluz. Ayer mismo me decía un importante aficionado sevillano que el feminismo flamenco pretende convertir a la gran artista de San Román en una especie de líder de este movimiento minoritario, que, sin embargo, crece día a día. Ella, Pastora, solo tuvo referencias masculinas, aunque admirara a La Sarneta, La Trini o La Perla de Triana, su comadre. Sus cantaores fueron siempre Chacón y Manuel Torres, dos jerezanos a los que adoraba. En la República, algunas feministas, como la gran periodista española Josefina Carabias, quisieron captarla para el movimiento, como hizo antes otra importante mujer de las letras, la almeriense Carmen de Burgos, amiga y admiradora suya. Pero la cantaora no tuvo nunca, al parecer, interés alguno en el feminismo, quizá porque su vida estuvo marcada por grandes hombres como su padre, su abuelo Tomás el Calilo, sus dos hermanos -Artutro y Tomás-, Juan Santamaría -dueño del Café de la Marina de Málaga-, el cantaor sevillano Manuel Escacena o su esposo, el también cantaor Pepe Pinto, con el que se casó en Sevilla, en San Gil, en 1933. Su madre, Pastora Cruz Vargas, de Arahal, lo fue todo para ella, pero la sometió de tal manera que acabó enfrentándose a su autoridad. Algunas feministas han dicho que también la sometió Pepe Pinto, su amado marido, lo cual es incierto, porque el carácter de la artista era tan fuerte, rozando a veces la violencia física, que no lo hubiera consentido. Aunque El Pinto dijera alguna vez que la retiró de los escenarios, lo cierto es que solo atendió los ruegos de Pastora, que una vez que acabó la Guerra Civil española, cansada, agotada, decidió que quería estar en su casa con su esposo e hija, escuchar misa en San Gil o San Lorenzo y cantar solo en fiestas familiares o privadas, de sus amigos toreros o médicos. Cantaba desde muy niña y quería vivir de otra manera, sencillamente. Solo volvió a los escenarios de manera profesional en 1949, con España y su cantaora, un espectáculo que le creó para ella su marido con la intención de que se despidiera de su público, que fue una mala experiencia, entre otras razones porque perdieron mucho dinero y encima descubrieron que el público que la adoró ya no existía, sino otro muy distinto, que solo quería fandanguillos y milongas. Pastora se llevó el desengaño de su vida y ya nunca más trabajó en el teatro, solo en homenajes a ella misma o a compañeros del arte necesitados. Pepe Pinto era artista y empresario de éxito, y ella no tenía necesidad de trabajar en teatros. El cantaor dejó dinero en varios bancos de Sevilla y propiedades, entre otras un chalé en Chipiona que Pepe construyó en un antiguo cementerio, lo que le costó una buena bronca con la artista, su esposa. Que el feminismo flamenco quiera convertirla en el símbolo de su causa, es un gran error y una tremenda injusticia, porque fue siempre una mujer libre. Muy mujer, pero muy libre.