Le tengo un gran respeto y mucha admiración al guitarrista y cantaor Pedro Peña Fernández, el hermano de Juan Peña El Lebrijano. Pero anoche le escuché decir que Antonio Mairena es un cantaor poco valorado y reconocido. No sé por qué lo ha dicho, pero no lleva razón porque es el cantaor de flamenco más reconocido y laureado de la historia del cante jondo. No voy a enumerar sus galardones porque tendría que hacer un libro de mil páginas y no soy el más indicado. Es mejor que lo haga un mairenista.
No es solo cuestión de distinciones, sino de reconocimiento de verdad. A lo mejor Pedro Peña se refería a que hoy se discute mucho la obra del maestro de Mairena del Alcor, como él discutió las de Silverio, Chacón o Marchena. Habla también de insultos y descalificaciones personales a Mairena, y eso no está nada bien. Tampoco estuvo bien que él llamara “ídolo falso” a Pepe Marchena, pero son cosas que se dicen sobre los artistas, opiniones que son respetables, aunque sean de mal gusto o, sencillamente, mentira, como en este caso porque Marchena fue un ídolo legítimo.
Pedro Peña adoró a Mairena en vida, le tocó la guitarra casi como ningún otro guitarrista y sigue adorándolo después de muerto. Es admirable la lealtad al maestro, que va mucho con la personalidad de este artista lebrijano. Mairena, además, se ganó en vida la admiración y el respeto de miles de artistas, críticos, flamencólogos y aficionados por su inmensa labor en pro del cante. Pero como artista que fue, su obra debe estar expuesta y abierta al análisis crítico, y los mairenistas no lo aceptan. Nunca lo han aceptado.
Estos días atrás, con motivo del festival de su pueblo, Mairena del Alcor, publiqué unos relatos basados en las conversaciones ficticias de un abuelo y su nieto sobre Mairena y su obra, y fui amenazado, insultado y vejado por los fanáticos mairenistas en las redes sociales. Un conocido mairenista, amigo mío, me advirtió mediante un mensaje privado que podía ir al Festival de Cante Jondo Antonio Mairena, celebrado el pasado día 4, pero, “puede ser que tengas problemas con grupos incontrolados que estarán allí”. No fui a Mairena esa noche porque estaba en Castro del Río (Córdoba), no por miedo. Pero no hubiera sido agradable.
El mairenismo civilizado, que existe, debería tomar cartas en el asunto y acabar con esta guerra de mairenistas y antimairenistas, que no hace sino perjudicar a un gran cantaor que luchó mucho por el flamenco en general, pero sobre todo por el cante más genuino. Que cada cual diga lo que quiera decir sobre Mairena y su obra, si le apetece. Dejó un legado inmenso que lo defenderá sin que tenga que hacerlo ningún matoncillo de taberna.