Peligro: se oye radio

truco o trato

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19 abr 2015 / 09:45 h - Actualizado: 19 abr 2015 / 16:31 h.
"Truco o trato"
  • Peligro: se oye radio

Lo bueno de ciertas certezas es que no te pillan en pelota. Soy una admiradora tan febril y perruna de la radio (que por oír oigo hasta los deportes que me interesan directamente un bledo) que si hablo de ella con la baba caída nadie se llamará a engaño. No es sólo que la mayor parte de mi vida profesional esté anclada a los micrófonos de la Ser, de Radiocadena y Rne, de Canal Sur, es que mi vida y el auricular son una redundancia. No me imagino sin escuchar la radio. Una radio, y no otra cosa, me llevaría a la isla desierta esa por la que siempre te preguntan y cuyo mayor riesgo, hoy, es que no exista y en su lugar aparezca en Marina D’or.

Por eso siento las alegrías y dolores de la radio como propias. Los noventa años de Radio Sevilla los he vivido con alegría personal, y no solo porque echara los dientes en González Abreu y me construyera como persona y como periodista en aquellos locutorios donde, por cierto, empecé a fumar. Es que aún después del 85 que dejé esa casa y abrace otras, igual de amadas, igual de dolidas, Radio Sevilla es parte de mi vida porque es parte de la vida de la Sevilla y la Andalucía que habito, y que soy, que somos. La Medalla de Andalucía de este 28 de febrero a esta radio nonagenaria podría no haber coincidido con tan especial efeméride, de hecho radio Sevilla y otras muchas emisoras merecen un lugar en la historia de la construcción de nuestra autonomía.

Y brindo cuando el EGM premia a los programas bien hechos, como ha pasado esta última semana, y me lamento cuando la crisis, las presiones políticas y económicas, o la irresponsabilidad ponen en riesgo la calidad, y hasta la existencia del medio de comunicación más necesario y libre del mundo. Precariedades laborales y deudas comerciales aparte, que acechan a todos los medios, estos días una experiencia comunitaria y libre, tan bella como lo es la libertad, se amenazada de cierre. Y es una amenaza seria, clara, terminal.

Radiópolis, en Sevilla, nació como una radio financiada por el ayuntamiento a través de la delegación de participación ciudadana. Pero llegó el PP, y de entrada le rebañó, por razones de austeridad se entiende, hasta el cero la línea de financiación. Se arguyeron razones económicas (la misma cantidad que en ese pleno se destinó a una romería de un barrio, por cierto) y no de fondo: no se trataba de una emisora municipal (que hubiera estado bien, mucho menos costosa que una tele y con más posibilidad de actuar en centros cívicos y escolares) sino de una subvención a una asociación, como muchas que reciben otras entidades, sociales, culturales y hasta religioso-festivas. Pero no. Ni un euro para una radio que, contra todo pronóstico siguió viviendo (como el cadáver del poema de Cesar Vallejo, que siguió muriendo). Y que se ha mantenido de forma desinteresada por el compromiso de colectivos y personas concretas. Ahora se la quiere desalojar de la torre de tren que le ha servido de nave nodriza. Sin más alternativas ni más propuestas, como la puntilla a algo, que al parecer se quería muerto y enterrado.

Radiópolis forma parte de la Red de radios municipales y ciudadanas de Andalucía, una malla que fue importante para la relación intermunicipal y que resiste a los recortes y la tentación de algunos alcaldes de cambiar radio por televisión. Pero Radiópolis es, en esencia, una radio cultural, de las que define perfectamente la Comisión Europea y por las que «insta, a los gobiernos a su protección y apoyo».

Pero se ve que para algunos Europa solo sirve como pretexto para recortar derechos y servicios y no cuando, incluso nos regañan, que entonces apelamos a la soberanía y tal y tal y tal.