Las peñas flamencas, tan importantes para el arte musical andaluz, nacieron por iniciativa de grandes aficionados de Granada, Málaga o Sevilla. Surgieron como reuniones y acabaron con estatutos y socios, que pagan una cuota mensual. La sevillana Torres Macarena, por ejemplo, no ha estado siempre en la calle Torrijiano. Nació en la calle Torres, en el taller del pintor Juan Campos, su primer presidente. Por ese local iban profesionales del flamenco y grandes aficionados de Sevilla. Como se quedaba pequeño, el empresario sevillano Jaime del Pozo –padre de Patricia del Pozo, actual consejera de Cultura de la Junta de Andalucía–, se encargó de comprar un local, el de la calle Torrijiano, de las más flamencas de la Macarena. Es la actual sede de la ensolerada peña del arrabal sevillano.
El flamenco del último medio siglo no se podría entender sin esta peña y dirigentes tan conocidos como el citado Campos, los hermanos Centeno -–sobre todo Manuel–, Jerónimo España, el ya citado Jaime del Pozo y el actual presidente, Jerónimo Roldán. En funcionamiento Torres Macarena desde mediados de los setenta, llegaron luego la Peña el Sombrero, la Fragua de Bellavista, la del Cerro del Águila, El Chozas, la Soleá de Paco el Dentista, el Manantial del Barrio de los Carteros, la de Pepe Marchena en Torreblanca, la Jumoza Tres o los Cabales de San Jerónimo. Estas eran solo las de la ciudad. En poco tiempo cada pueblo de la provincia tendría su peña flamenca, siendo la primera el Pozo de las Penas, de Los Palacios y Villafranca, que fue fundada mucho antes que Torres Macarena.
Estas peñas, las pioneras, no solían competir con los tablaos de la ciudad, entre otras razones porque estos solían tener a grandes figuras en los cuadros y las peñas no tenían los mismos medios económicos. Cuando las figuras fueron abandonando los tablaos, por el nacimiento de los festivales de los pueblos, como estos solían estar organizados por las peñas en su mayoría, artistas de renombre como Antonio Mairena, Fosforito, La Paquera, Lebrijano o Fernanda de Utrera comenzaron a formar parte de las programaciones de las peñas flamencas, lo que afectó a los tablaos, porque no podían competir con determinadas peñas en los cachés de los artistas.
A diferencia de los tablaos, las peñas no estaban enfocadas al turismo. Desde hace unos años Torres Macarena sí es frecuentada por aficionados extranjeros, que ya no van a los tablaos porque les sale más barato ir a la peña. En Torres Macarena se da un donativo de 10 euros, como mucho, y en un tablao, como Los Gallos o La Casa de la Memoria, disfrutar de un buen espectáculo flamenco cuesta mucho más. Pero, ¿Torres Macarena sigue siendo una peña o se ha convertido en un tablao más de la ciudad de Sevilla? Sigue siendo una peña de socios, pero que programa ya espectáculos casi a diario, como los tablaos. No todas las peñas de Sevilla lo hacen porque entonces los locales comerciales actuarían contra ellas, al ser una competencia desleal, puesto que no pagan los mismos impuestos una peña y un tablao.
La labor de Torres Macarena es incuestionable y ya no es un local solo para socios. Es un templo del arte jondo, con historia, por el que han pasado casi todas las grandes figuras del último medio siglo.