Detesto esa mala educación sin límites que muchos han ido asumiendo como buena y que se está imponiendo en la sociedad española. Detesto la falta de ganas de trabajar, el querer vivir del cuento que muchos programas de la televisión basura nos presentan como una opción más, como si eso fuera algo aceptable en el mundo actual. Detesto la histeria como forma de defensa, el grito como arma de destrucción masiva y el insulto como escudo personal, algo que tenemos en las pantallas de televisión a diario. Detesto la mofa que se centra en los más débiles como forma de humor porque es un abuso intolerable. Pues bien, si alguien encarna todo esto es una tal Bea Retamal, concursante de Pesadilla en El Paraíso, reality de Telecinco que no ha terminado de arrancar, ni de gustar. En realidad, es un truño como una catedral.
Esta señora es vaga, insultona, arrogante, insípida, un tocino intelectual que tiene lo justito para levantarse y no hacerse pipí al mismo tiempo. Es violenta en su discurso, estúpida en la relación con los demás y desquiciante en el trato. Es ese tipo de mujer que no puede gustar a nadie, pero que, sin embargo, gusta a muchos o al menos es apoyada por muchos de los que ven este tipo de programas. Ayer, se libró de ser expulsada del programa gracias a los votos de miles de personas. Hay que suponer que los valores, mejor dicho la falta de ellos, que presenta esta mujer es lo que gusta; y hay que pensar que lo de ser vago, maleducado hasta el dolor, indisciplinado, pintamonas y más tonto que un cubo sin asas, es lo que gusta a un sector de la sociedad.
Por cierto, Bea Retamal salió victoriosa de su duelo con Israel Arroyo, un sujeto que dice adivinar cosas y que ha demostrado ser un numerito andante. Sea como sea, si Bea Retamal se enfrentase a un premio Nobel cualquiera entenderíamos el problema que tenemos encima porque, seguramente, ganaría el combate. Esto es lo que tenemos en la sociedad española, probablemente, es lo que nos merecemos.