La vida del revés

Pisotear la dignidad de las personas

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20 oct 2020 / 08:47 h - Actualizado: 20 oct 2020 / 08:51 h.
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  • Pisotear la dignidad de las personas

Cuando en un grupo se permite que se pisotee la dignidad de alguna persona todo se pierde para el conjunto. No son pocas las veces que el ser humano asiste a la injusticia en silencio pensando que cada uno tenemos nuestros propios problemas, sin darnos cuenta de que es cuestión de tiempo que llegue nuestro turno. Sólo hay que pensar en los nazis, en Stalin, en Mao, en Pinochet o en Franco. Pero no hay que ir tan lejos; tenemos decenas de ejemplos a nuestro alrededor. Y, en cualquier caso, es desastroso que no nos demos por enterados de algo que resulta dramático: sin respetar la dignidad de las personas o mirando a otro sitio cuando se producen injusticias, nos convertimos en seres mediocres por siempre jamás.

Pisotear la dignidad de una persona, consentir que otros lo hagan, es pisotear la propia. Por eso, cuando vemos que eso ocurre nos sentimos mal, nos damos pena y asco. Aunque la dignidad es cosa personal y nace con nosotros, se basa en el respeto, en la búsqueda del bien común, en la integridad, en la justicia o en lo útil que somos para una sociedad. Si dejamos que vapuleen a otros ¿somos útiles? ¿Somos justos? ¿Estamos respetando al otro? ¿Nos respetamos a nosotros mismos? ¿Somos íntegros mientras asistimos a un abuso? ¿Es mejor conservar el trabajo o pensar que jamás debiste permitir esa injusticia?

La dignidad iguala a las personas. Y cuando esa dignidad se quiebra el culpable o el que consiente queda en una situación comprometida. Y esto, dicho así, no parece gran cosa aunque si piensas en que la dignidad es la base sobre la que reposa cualquier persona, en que es lo que iguala al ser humano con el resto de su especie, esto es mucho más serio de lo que parece.

La dignidad es un don con el que nacemos. Y la dignidad es una tarea diaria que si no cumplimos nos convierte en máquinas de consumir, en seres vacíos que solo piensan en sí mismos, en personas superficiales que no entienden de nada que no sea lo suyo, lo poco y ridículo que poseen. Sin dignidad alrededor nada tiene valor.

Actualmente, las dignidades se pisotean. Y los que asisten a esa especie de ritual en el que se acaba con la esperanza, con la alegría, con la igualdad, con el bien común... deberían saber que es cuestión de tiempo, que están en la misma fila y que les llegará su turno. Y no porque sean malos ni pecadores ni bobadas de ese tipo; no, les llegará porque ellos lo provocan cuando dejan que otras dignidades sean destrozadas.

A este paso, nos veremos todos allí, dónde el ser humano se convierte en nada, en otro animal más.