Viéndolas venir

Plácidamente

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Álvaro Romero @aromerobernal1
26 feb 2020 / 08:40 h - Actualizado: 26 feb 2020 / 08:43 h.
"Ópera","Viéndolas venir","Machismo"
  • Plácido Domingo. / EFE
    Plácido Domingo. / EFE

El reconocimiento de Plácido Domingo de que eran verdades como puños melancólicos todas las acusaciones de abusos sexuales contra cuantas mujeres pudo ha caído como una bomba no solo en el mundo de la ópera, sino en el mundo. En este mundo en el que sigue habiendo dos mitades lorquianas: una que puede y otra que aguanta, una que viene y otra que va, una que ostenta y otra que aspira, una que convierte la pasión en vicio y otra que se apasiona con soñar.

El plácido reconocimiento de que sí, de que abusó, que se aprovechó, que usó su poder de hombre blanco, heterosexual, artista, rico y poderoso contra tantas y tantas mujeres decididas a subir en la escala cultural hasta casi donde él había llegado tantos años antes desmonta no solo su negativa primera a admitir la verdad, no solo su contraataque, su presunto asombro y su desprecio, sino el ahora ridículo apoyo de tantas instituciones de toda Europa que creyeron en su palabra o al menos quisieron creerla para posicionarse contra las víctimas.

Llegados a este punto, el plácido gesto de Domingo es mayor de lo que él supone, porque supone, más que un gesto, una gesta; un hito inolvidable en la lucha feminista de todos los tiempos; un antes y un después en la consideración de la autenticidad del patriarcado histórico; una pica indeleble en esa pelea inacabada porque, de entrada, se pueda dar crédito a la presunta víctima y no al presunto verdugo, al débil y no al fuerte; una garantía humanista a quienes no han tenido credibilidad porque tampoco tuvieron voz cuando hubieron de tener no solo una cuota proporcionada de poder, sino de dignidad.

Plácidamente, como si no hubiera ocurrido nada, como si al filo de su condición de octogenario se pudiera permitir, ahora también, el lujo de pedir perdón y que la barbarie construida por él -paralelamente a tanta exquisitez en los mejores teatros del mundo- no se vuelva a repetir, el célebre tenor ha dado la nota más alta, el do de pecho mayor que cabía esperar en tan distinguida personalidad para que todas esas dudas arrojadas sobre el rostro despreciado de tantas víctimas cuyas denuncias tardías no solo se pusieron en duda sino que constituyeron el tópico falaz de que la mayoría de las denuncias son falsas se conviertan ahora en verdades vergonzantes sobre la que construir un discurso nuevo, tan alejado del plácido machismo inveterado que nos condenó a la pérdida de fe en quienes jamás lo merecieron: quienes nos han dado la vida.