La compañía eléctrica siempre nos recomienda lo mismo: aprovechar la madrugada. Hay que tener pocas luces. O demasiadas.
Está visto que las luces las tienen ellos, no solo los mandamases de las eléctricas, a las que les importa un bledo cuándo planchar o poner la lavadora, porque nunca planchan ni lavan nada, sino tantos políticos de izquierda a los que se les llena la boca con la defensa de los trabajadores pero luego callan sumisos cuando quienes mandan de veras salen con estos chistes a final de primavera. Supongo que tienen que calentar la cama de sus propios dinosaurios.
A partir de mañana, si usted quiere ahorrar unos euros al año y cantar victoria, tendrá que hacer las tareas domésticas no cuando vuelva del trabajo, que eso es carísimo, irresponsable, un atropello, un suicidio, una locura total, sino a partir de las doce de la noche. Una vez que sus hijos se hayan dormido, ponga usted la lavadora –de esas que no hacen nada de ruido, como la de ellos, y no como la que tiene usted ahora mismo, que parece un helicóptero de los de antes a punto de aterrizar-, saque la mesa de planchar y póngase a la tarea, sin prisas para que no queden arrugas, total, es el momento más barato, ponga la tele si lo desea y así se entretiene durante la larga madrugada en la que la olla puede estar girando sin preocupación para dejar lista la comida del día siguiente, a partir de las siete, que es cuando el precio de la luz sube como la espuma, cuando habrá que seguir trabajando durante toda la jornada para evitar, sobre todo, gastar en casa.
Cuando llegue el fin de semana, será el momento de volver a consumir electricidad baratita. De modo que no se lo ocurra salir y aproveche las ventajas de las eléctricas, cada día más inteligentes, más preocupadas por nuestro bienestar, nuestra responsabilidad, nuestra ecología. Lo tienen todo pensado.