¿Por qué hay tanto tipejo frenando las iniciativas?

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13 abr 2021 / 07:30 h - Actualizado: 12 abr 2021 / 22:14 h.
"Opinión"
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O sea, que me voy para el tío y le enseño mi proyecto. ¿Y qué creen que es lo primero que se le viene a la boca?: «No», por supuesto. «Eso es muy complejo», «La normativa que hay al respecto impide hacer cosas como esas», etc. «No», siempre «No». ¿Saben por qué? Porque un «sí» representa trabajo: ponerse a desarrollar esa nueva idea que le acaban de llevar. Así se construye la mentalidad de un país. Con tipejos como estos que los hay por todas partes. Deben de pensar: «Con lo tranquilito que estaba yo con mi rutina, ahora viene este y me dice que me ponga a hacer algo que nunca hemos hecho». Yo, he hecho ¡DECENAS DE INTENTOS de este tipo! Tengo mi ordenador lleno de carpetas con nombres que comienzan con «Proyecto...». Y no soy un tonto... Ni un jovenzuelo ingenuo. Tengo 57 años y soy profesor de Universidad.

A veces consigo poner proyectos en marcha, por supuesto, pero la mayoría de las veces es ¡porque lo hago yo todo! (a veces hasta poner el dinero).

Pero no quiero hablar de mí, estoy hablando de esos que por inercia frenan iniciativas.

Nos contó una vez una anécdota al respecto el compositor y Director de Orquesta Leo Brouwer en una reunión amistosa: «Vi que había en la Habana un teatro cerrado y medio derruido y se me ocurrió presentar un proyecto a Fidel Castro. Pedí una reunión con él y me la dieron. Allí me recibieron Fidel y todos su ministros. Le presenté y expliqué el proyecto y él, después de estudiarlo, le preguntó a su Ministro de Finanzas si tenían 200.000 dólares para la reconstrucción. El Ministro le dijo, timoratamente, que sí. Y Fidel concluyó: ‘¡Que se haga!’. Luego tomamos todos una copa», nos siguió contando. En la copa se le acercó la ministra de Cultura a Leo Brouwer y le dijo: «Vaya, Leo... Ahora tenemos que hacerlo». «Su voz», continuó contándonos, «delataba la pereza de quien se plantea que para qué hacer más cosas si como estamos estamos bien. Así es Cuba», concluyó el compositor. Y yo pensé: «Qué cerca estamos en España de ser una república bananera. Si supiera la de veces que me encuentro esa misma actitud a mi alrededor...: ¿Para qué vamos a hacer algo nuevo si con lo que teníamos íbamos tirando?».

Cuando yo estudiaba Música en Estados Unidos, mi profesora de Composición me encargó una obra de cámara. Yo le llevé el primer movimiento de un trío para piano, mezzo y timbales, y ella me dijo: «Sería mejor hacerlo para bongos, en vez de timbales». «¿Por qué?», le pregunté yo. «Porque caben mejor en la camioneta», me contestó. Hasta entonces, en mi conservatorio de Málaga el Catedrático nos decía que «componíamos para el cajón», o sea, para que nuestra composición durmiera el sueño de los justos en un cajón para siempre porque nadie nos estrenaría nuestras obras. Sin embargo, allí se pensaba en las posibilidades reales y directas de estrenar la obra en alguna sala. ¡Ni se dudaba! Se había hecho la obra, se estrenaría. Esa era la diferencia entre España y Estados Unidos: el apoyo práctico y eficaz a las iniciativas.

El tipejo en cuestión cuya primera palabra de su boca siempre es «No», cobra su sueldo se hagan más proyecto o menos, sabe bloquear las iniciativas, le importa un carajo la solución de problemas, el avance de las instituciones, las necesidades de la gente, el progreso de la Humanidad (»que progresen otros, que ya nos vendrá hecho») y los que tenemos impulso vivimos frustrados, reprimidos, atenazados, sometidos. Y nos encontramos cada día ante muros de piedras macizas de doble espesor: normativas, reglamentos, leyes, sistemas de control, todo menos Libertad, apoyo a las iniciativas y empuje a las nuevas ideas.

Por eso, cada día admiro más a los empresarios que consiguen poner proyectos en marcha, que encuentran rechazo institucional por todas partes, barreras burocráticas, laxitud de las administraciones y, aún así, siguen y a veces lo consiguen y, ¡encima! los critican por su éxito. Odio la maquinaria espesa que todo lo retrasa, congela, adormece, desanima. Yo creo que el ser humano es más ser humano cuando está vivo, activo, esforzado, emprendiendo; no cuando consigue una paguita y se sienta en el sofá a esperar la muerte.