¿Por qué pensamos lo que pensamos?

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09 feb 2021 / 07:16 h - Actualizado: 09 feb 2021 / 07:27 h.
"Opinión"
  • Fotografía: https://uxdesign.cc/
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¿Hemos sido libres a la hora de construir nuestras ideas? Yo creo que no.

Estamos condicionados por nuestro lugar de nacimiento, la época en la que hemos nacido, la clase social, el entorno cultural y religioso, y nuestra genética. Entonces ¡¿cómo tenemos huevos de abanderarnos a una idea?! ¿Cómo se nos ocurre pensar que exactamente nuestra religión o nuestro partido político o nuestra forma de vivir la vida es la mejor? ¿Cómo no somos muchísimo más prudentes a la hora de decantarnos? ¡¿Pero no somos capaces de pensar que lo que tiene éxito en nuestra mente está mediatizado por diferentes fuerzas nada inocentes?!

¿No creen haber sido manipulados por la factoría Disney y su «Lucha por tus sueños»? ¿O por un profesor carismático que te vendió su igualitarismo socialdemócrata en la Universidad? ¿O por la tecnología como solución maravillosa para todo?

Mi primera experiencia política fue que Morán, el ministro del PSOE de Felipe González nos encargó a las Juventudes Socialistas por medio de Paca Sauquillo que como ellos querían suprimir la Mili Obligatoria pero mantenía mucho predicamento entre la sociedad (»No eres un hombre hasta que no hagas la mili»), que orquestáramos una campaña por medio de asociaciones juveniles subvencionadas por el Partido (o el Gobierno, yo nunca supe de dónde vino el dinero) para que la gente pensara que la Mili era una mierda (y lo era). Pero ¿se dan cuenta de qué va esto? No va de mili sí o no, va de que desde arriba se piensa que la gente debe pensar una cosa y se pone la maquinaria a funcionar para que terminemos pensándolo, yendo a la cárcel si es necesario (cada vez que veo a un compañero de la universidad de Granada presentarse en conferencias diciendo que estuvo un año en la cárcel por ser objetor de conciencia, pienso, con dolor, que fui yo y otros como yo quienes le metimos la idea en la cabeza para que se inmolara de tal modo).

Luego vinieron las campañas a favor de la OTAN, del divorcio, del aborto, de la socialdemocracia, etc.

Estuve en un congreso de ONGs hace un par de años y en él un analista de Londres nos dijo: «Miren, ustedes son personas con buena intención que quieren mejorar el mundo, pero la mayoría son intelectualmente mediocres. Gente de notable o, quizás, sobresaliente. No quiero insultarles, sólo quiero contarles que mientras ustedes están aquí con sus buenas intenciones, las empresas más poderosas del mundo, Google, Apple, Microsoft, Amazon, Nike, Macdonald... tienen ojeadores por las mejores universidades del mundo (MIT, Cambridge, Oxford, Harvard, Hong Kong, ni pasan por Madrid...) buscando a las mentes más brillantes, las que son capaces de establecer conexiones alucinantes que jamás intuiríamos, las que son capaces de poner en marcha procesos tecnológicos o comerciales revolucionarios, las que son capaces de cambiar nuestros hábitos y mentalidades, y cuando las encuentran les ofrecen contratos millonarios y los reúnen a todos para contrarrestar sus propuestas humildes y bienintencionadas y hacer del mundo un negocio del que extraer el mayor beneficio posible». A esos nos enfrentamos usted y yo y este periódico humilde y los profesores en los colegios y en las universidades, aunque posiblemente ya estaremos contagiados de las ideas que ellos hayan querido inocularnos (¡¿cómo puede haber tanta gente comiendo algo que es reconocido mundialmente como «comida basura»?! ¿Necesitan más ejemplos?).

En Filosofía se denomina «deconstrucción» al análisis político del proceso por el cual una idea ha llegado a ser. Fíjense que digo «análisis político»: el fruto de nuestro pensamiento tiene que ver con unas fuerzas ideológicas en conflicto que van consiguiendo imponer su credo por oleadas, oleadas que no cubren a todos pero que crean modas (en el sentido económico del término: valor que se repite con más frecuencia).

Esta debe ser la tarea de cualquier persona madura: plantearse cómo ha llegado cada idea a nuestra cabeza, qué inercias y hábitos tenemos que un día asumimos de manera acrítica. Y si se cansan de tanto analizar, al menos tengan la suficiente fuerza intelectual como para sospechar. Hagan de la sospecha su forma de vida: duden de sus certezas y no se abanderen a ningún credo ni posición política. Todo es tan complejo que no hay posición ideológica que lo resuelva todo. (Aunque, a lo peor, esta idea me la ha metido uno de Oxford desde Silicon Valley en la cabeza...).