Portavoces rigurosos solo para las crisis sanitarias

Image
Juan Luis Pavón juanluispavon1
02 feb 2020 / 10:08 h - Actualizado: 02 feb 2020 / 10:09 h.
"Pasa la vida"
  • Portavoces rigurosos solo para las crisis sanitarias

La gobernanza institucional de las alertas sanitarias ante la amenaza de virus o infecciones ya es el único asunto en el que se delega en España la portavocía en los expertos. El peligro de la extensión del coronavirus de Wuhan fuera de China es el último ejemplo de esta anomalía política y mediática, porque la ciudadanía agradecería en otras muchas cuestiones de suma importancia escuchar a los profesionales como la voz orientadora desde las administraciones públicas. La mejor vacuna de madurez en la opinión pública española ante el miedo al coronavirus es la declaración diaria desde hace dos semanas por parte de Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad. Es un ejemplo que desmiente, en esta sociedad de las incertidumbres globales, el mantra sobre la imposibilidad de aportar referencias serias para entender realidades complejas.

La prioritaria prevención de su contagio entre personas que no tienen síntomas de padecerla, con todas las connotaciones del caso (incluido el recelo hacia los asiáticos), en un contexto de continua evolución de los datos y de las circunstancias, no es un factor incompatible, sino todo lo contrario, para que un portavoz, por muchos micrófonos, cámaras, grabadoras y periodistas que tenga delante, informe bien, divulgue bien, con brevedad y argumentación coherente. Con pocas palabras, Simón influye y desactiva el ventilador de los bulos, las conspiraciones, las psicosis y las polémicas. En paralelo, a diario, el ministro, Salvador Illa, acierta al no querer buscar protagonismo y ejercer con mesura y claridad su función gubernamental de comunicar que las autoridades están cumpliendo su papel de conducir y estar pendientes de la coordinación interna y externa de todo el sistema sanitario.

Recuerden lo que aconteció durante el verano de 2019 en Andalucía por la carne mechada infectada con listeriosis. Durante los primeros días de sobresalto y desconcierto con la creciente afluencia de personas a centros hospitalarios de localidades distantes entre sí, la confusión se acrecentó por el exceso de declaraciones ambiguas y contradictorias de autoridades autonómicas y locales. En lugar de convencer, intranquilizaban, porque emitían mensajes preconcebidos desde los argumentarios para exculparse de posibles responsabilidades o para endosárselas a quienes gobiernan desde otra administración pública dominada por otro partido. Pero, en cuanto la comunicación diaria sobre el brote de listeriosis fue protagonizada por el doctor José Miguel Cisneros, jefe del servicio de Enfermedades Infecciosas del Hospital Virgen del Rocío, de Sevilla, se encauzó adecuadamente la emisión institucional de los datos, de las certidumbres y de todo lo que necesitaba la población andaluza y española para saber a qué atenerse, en qué consistía el problema, cómo se resolvía y no dejarse arrastrar por infundios.

Este mismo criterio deberían aplicárselo todos los políticos con mando en plaza para evitar la epidemia de meteduras de pata en las que incurren, cuando hablan públicamente de contaminación ambiental en sus municipios, de los impuestos, de la incidencia del cambio climático en las catástrofes vividas en el litoral mediterráneo, del salario mínimo interprofesional, de los conflictos de intereses con otros países, de las movilizaciones y protestas por parte de agricultores y ganaderos, de las actividades extraescolares gestionadas por la dirección de los colegios e institutos, de la reforma del sistema de pensiones públicas, y de otros muchos temas de enjundia que ocupan y preocupan. Por favor, por el bien de la salud mental de la población, por la sostenibilidad de los valores democráticos en la raigambre social, e incluso por su propio porvenir haciendo carrera en el escalafón político, den un paso atrás, hablen menos y dejen que lo hagan más quienes son expertos y ejercen esa competencia en otras parcelas que no son la medicina: diplomáticos, ingenieros, economistas, educadores, psicólogos, científicos, abogados,... Porque en todo esto los médicos solo pueden recetarnos no perder la paciencia, pasear, buenas viandas y mejores lecturas.