La vida del revés

Preferir un gato a un niño

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09 sep 2019 / 06:50 h - Actualizado: 09 sep 2019 / 06:50 h.
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  • Camada de gatos. / EFE
    Camada de gatos. / EFE

Una sociedad incapaz de cuidar de todos los que la integran está condenada a desaparecer o a ser aplastada por otra. Así de sencillo.

Una sociedad que pudiera colocar el bienestar de los animales por delante de cualquier cosa propia de los humanos también presenta síntomas de una enorme enfermedad. Otra cosa bien distinta es que el ser humano deba tener claro que ha adquirido un compromiso moral con los animales que ha de ser robusto y absoluto.

Dicho esto, añado que siempre he desconfiado de aquellos que dicen preferir a un animal antes que a un ser humano. Debe ser que, para ellos, convivir con una mascota es una maravilla y hacerlo con, por ejemplo, un niño es un horror. Dicen algunos que el problema es que la gente es impertinente, malvada y retorcida; que las mascotas son dóciles, bondadosas y no pueden esconder nada tras esa mirada cristalina con la que nos alegran cada mañana. Lo dicen sin pensar que ellos son personas y fueron niños y que si todos pensáramos así, el ser humano hubiera desaparecido de la faz del planeta. El ser humano nunca ha dudado al poner las cosas en su sitio. Y las personas no son animales. Cada cosa en su sitio. Los errores del hombre han sido disparatados, tremendos, bochornosos. Seguimos cometiendo esos mismos errores y, es posible, que estemos cavando nuestra propia tumba, pero situar en el primer puesto de nuestras prioridades el cuidado y bienestar de los animales dejando en segunda línea los propios tendría unas consecuencias incalculables.

Los animales son, eso, animales. Las personas son, eso, personas. Tan obvio que da miedo.

El ser humano y los animales conviven. Lo hacen dentro de las estructuras sociales o en el ámbito natural. Dicho de otra forma, el ser humano convive con mascotas o animales compañeros y útiles. Con los otros no convive en absoluto. Nuestra capacidad reflexiva es la que nos diferencia de cualquier otra especie y eso nos obliga a establecer un trato moramente correcto con los animales, un trato que impida la extinción de las especies o el maltrato. En este sentido, sí es cierto que un animal debe ser tratado bien por la sociedad, tal y como lo hacemos con un niño, pero siendo esa forma de tratar a unos y otros radicalmente distinta. ¿Cómo alguien puede gastar cantidades obscenas en ropa para su mascota, en joyas o en alimentos? Creo yo que el cariño y el cuidado es suficiente. Eso busca más la satisfacción de la persona que la del animal. Los niños requieren de unos cuidados y los animales de otros. Y hay que cuidar a todos. Entre otras cosas porque ninguno podría sobrevivir sin esas atenciones. Tal y como está de erosionado el planeta, ni siquiera los animales que viven al margen de la sociedad podrán hacerlo pasado un tiempo. Es obligado que el hombre empatice con el animal.

Si es un deber moral cuidar de los animales es indispensable, en cualquier plano posible, que el ser humano cuide del ser humano antes que de ninguna otra cosa. Nadie debería confundir las prioridades porque de ello depende que sigamos pisando este planeta. Si bien es cierto que, hasta ahora, hemos sido incapaces de cuidar de nada, ha llegado el momento de comenzar a hacer las cosas bien.