¡Quién robó mi primavera!
Dijo el pájaro al volar.
Siento en mí un ardor que quema
por no ver a la enredadera
agarrar sus hojas nuevas
en las rejas del portal.
¡Quién robó mi primavera!
Llora el niño al recordar
huérfano de sus peleas,
de recreos, de vivencias
cada día en las escuelas
que sordas quedaron ya.
¡Quién robó mi primavera!
Clama al cielo, por quemar
cada tarde como incienso,
prisionero de este infierno
confinado e indefenso
ese obrero sin currar.
¡Quién robó mi primavera!
El enfermo en hospital
llora solo, desahuciado
de los suyos, apartado
recordando y asustado
por un virus sin piedad.
¡Quién robó mi primavera!
Reza alegre en soledad
ese anciano en su aposento
que con fe pide sin miedo
volver a ver a sus nietos
y acabar su soledad.
¡Quién robó mi primavera!
Puede hacerse realidad
si prosigues con tus ansias
de salir con arrogancia,
rebosando intolerancia
a la calle sin piedad.
¡Y llegó la primavera!
A ese pájaro, al zagal;
a ese obrero, a ese anciano
a esa abuela, al parado;
al que lejos ha viajado
al que sólo está en su hogar.
¡Y llegó esa primavera!
Que nunca quiso llegar,
floreciendo en tantos besos,
en abrazos, sonriendo,
disfrutando del momento,
respirando libertad.