Angostillo

Productos y servicios

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Isidro González IsidroGonzez
14 mar 2023 / 04:00 h - Actualizado: 14 mar 2023 / 04:00 h.
"Angostillo","Cuaresma 2023"
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El querido colega en estas columnas cuaresmales de La Recogía Francisco Javier Hernández parec pisarme el terreno hace un par de semanas estando aún en borrador estas líneas, pero lo que hizo más bien fue poner el toro en suerte con su “Morir de éxito”, cuya lectura recomiendo. En aquel texto figuraba este párrafo, que merece volver sobre él: “nuestros cortejos están llenos de cofrades que quizás no hayan pisado la hermandad en todo el año, ni asistido a un culto, ni conocen a ningún otro hermano de la fila, pero pagan su papeleta y estamos encantados. (...) Entre tantos logros y abundancia, las hermandades serán como esa Sevilla sin sevillanos, que va perdiendo su esencia, cada vez más pobres en vivencias, y lo que no está vivo, se muere...”.

El crecimiento de casi todo lo cofrade lleva unas décadas diríamos que siendo imparable, principalmente en lo que afecta a lo externo. Sorprende, en una época de descenso en la asistencia y práctica religiosa habitual, el aumento sostenido y generalizado año tras año del número de nuevos hermanos y de nazarenos en la mayoría de las cofradías. Parece que no hay límites ni barrera alguna -ya sean los trámites, el proceso formativo o informativo, el pago de cuotas anuales y de salida o el coste de la túnica y sus complementos...- para el deseo de muchos de realizar la estación de penitencia. Bienvenidos sean, pues los nazarenos son uno de los factores fundamentales de esta celebración, aunque también a ellos se les pueda exigir algo más que dinero.

En la actualidad, gran parte de estos nuevos hermanos no tienen una vinculación familiar previa o con el entorno geográfico de la hermandad y pocos asisten a otros momentos de la cofradía, bastándoles a muchos con tener la “experiencia” -digámoslo en términos de hoy- de efectuar la salida procesional. Parece que la motivación devocional o religiosa más tradicional, de visitas a los templos y capillas y paso por las casas de hermandad tampoco es muy predominante. Y todo ello puede dar la sensación, Dios no lo quiera, de considerar lo relacionado con la estación de penitencia como un objeto de consumo masivo más de la sociedad actual, lo que estaría dibujando una realidad nueva frente al escenario habitual hasta ayer en las hermandades.

Esto ha propiciado un incremento también importante del aparato organizativo interno de las cofradías. Al poco que termina la Navidad surgen calendarios, reuniones, plazos y normas para la organización de la Semana Santa y de toda la Cuaresma. Y conlleva, especialmente para los mayordomos, secretarios y diputados mayores, atender a mil y una cuestiones relativas a este elevado número de hermanos y nazarenos que se maneja actualmente y a la cada vez más amplia normativa que afecta a las hermandades: canónica, administrativa, de protección de datos, económica, tributaria, de seguridad, etc. Tanto que para desempeñar eficazmente dichos cargos hoy se requiere ser más un buen experto en estas materias que lo que se necesitaba hasta hace poco, como era conocer bien y amar mucho a la cofradía.

Hace escasos días enterrábamos al cofrade Manuel Palomino, de la vieja escuela. Todos los que asistíamos a sus honras fúnebres recordábamos multitud de momentos compartidos con él en los últimos treinta o cuarenta años, que nos vincularon fuertemente tanto a unas corporaciones y a unas devociones como a un grupo humano conformado alrededor de ellas. ¿Ha llegado el tiempo de sustituirse estas vivencias cofrades auténticas e irrepetibles, unas más religiosas, otras más humanas, en gran parte en vías de desaparición, por planes, organización y logística cuasi empresarial en el seno de nuestras instituciones?

Puede que exagere, pero no nos gustaría ver a las hermandades principalmente como proveedoras de productos o prestadoras de servicios, aunque sean en la órbita religiosa-cofrade, y a las que se les pueda llegar a poner una hoja de reclamaciones por no satisfacer en algún momento al (hermano) consumidor. Son o deben ser otra cosa muy distinta: caminos para mostrar a Dios con familiaridad, para tocar a Dios como hermanos y sentirnos tocados por Él como hijos. Pero también espacios donde compartir experiencias y sentimientos humanos alrededor de un carisma, de una historia, de un lugar o de unos vínculos fraternos que se transmiten por generaciones. Mientras recapacitamos sobre cómo atraer hacia ello a los cientos de hermanos y de nazarenos que nos acompañan, que la enorme frondosidad del bosque cofrade no nos impida gozar del porte espiritual de sus árboles, de la belleza de sus flores ni de nutrirnos con la vitalidad de sus frutos.