Opinión

Nirek Sabal

Prohibido comer filetes, filetas o filetos y reír entre hombres

Prohibido comer filetes, filetas o filetos y reír entre hombres

Prohibido comer filetes, filetas o filetos y reír entre hombres / Nirek Sabal

El Gobierno, por un lado, y las redes sociales, por el otro, están convirtiendo la vida en una especie de potro de tortura en el que te suben por narices, y si no haces lo que te ordenan, una vez atado de pies y manos, dan vuelta a la manivela para obligar definitivamente. ¿Obligar a qué? A cualquier ocurrencia de los que mandan.

Hay que utilizar el lenguaje inclusivo porque Irene Monetro lo dice. Si no lo haces eres un homófobo, machista o un peligro potencial para el colectivo LGTBI; no se puede comer toda la carne que te dé la gana porque un ministro -que está al frente de lo que sería una secretaría general en otras circunstancias- tiene que decir cosas para dar contenido a su cartera y ser popular; ya intentaron prohibir las hamburguesas hace unos años y sondearon para atizar un viaje al vino (otro Gobierno socialista); la nueva polémica en redes va de si las cómicas españolas tienen talento o no lo tienen, de si el patriarcado es opresor y por eso nos hacen más gracia los hombres (Florentino Fernández ha tenido que grabar un vídeo pidiendo perdón por decir que si tienes talento haces gracia y que, por tanto, el problema no es el sexo del que intenta hacer reír); ya prohibieron el tabaco aunque siguen cobrando unas cantidades superlativas en impuestos por la venta de cientos de millones de cigarrillos al año...

Todo esto no deja de ser un recorte a la libertad individual de las personas, una forma de obligar a pensar y hacer de un modo homogéneo que coincide con lo que algunos tienen en la cabeza. Los políticos (la tendencia a ser algo dictadores es muy acusada entre los que son mediocres, y nuestro Gobierno actual no va sobrado de talento, eso se lo puedo asegurar) quieren ejercer un control absoluto sobre la ciudadanía. En las redes sociales las cuentas que parecen ser privadas esconden detrás intereses políticos y económicos más que claros; y se suscitan debates que buscan el pensamiento único a base de derrotar otras ideas, de aplastar otras formas de entender las cosas.

Está en nuestras manos consentir que nos prohiban construir nuestra propia vida o ceder ante el destrozo del lenguaje (¿cómo la ministra puede decir solos, solas y soles? ¿Se puede ser más cateta? ¿Cómo un presidente del Gobierno puede referirse a los soldados y soldadas? No se puede ser más inculto); ceder ante una gastronomía impuesta o ante una forma de reír. Si no fuera por la importancia esencial que tiene (hablamos de libertad y futuro) daría para montar un monólogo de los buenos.

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