En la Ojana In Excelsis que publiqué ayer titulada “Los niños del altavoz”, usé la expresión “más rechoncha” y eso ha soliviantado al personal.
Lo primero que llama la atención, y que no soy el único compañero de profesión al que le ha ocurrido, es que hay personas que no saben diferenciar entre un artículo de opinión y una noticia. Lo primero es algo subjetivo y puede tener toques de humor y lo segundo es información objetiva. Tampoco voy a ahondar mucho más en esto porque esa diferencia la enseñan en la escuela.
Llevaba tiempo queriendo escribir sobre esto, pero no encontraba la manera ni la forma, pero gracias a esos lectores que se han quejado, me han dado el momento y el hilo del que tirar.
Llevo una temporada viendo por redes sociales y por medios de comunicación una campaña para normalizar la obesidad que no entiendo en absoluto.
Todo el mundo es libre de poder hacer con su cuerpo lo que quiera, en eso jamás me meteré, pero hacer apología de algo como la obesidad es peligroso. Igual de peligroso que hacerlo de las drogas, pero como vivimos en una sociedad Disney, donde todo tiene que ser de color de rosa, al niño no se le puede castigar porque suspenda no vaya a ser que coja una depresión y al gordo no se le puede decir que tiene que cambiar sus hábitos de vida aunque pueda terminar en villa silenciosa.
La obesidad es un problema importante. No han sido pocas las personas que han muerto en esta pandemia de coronavirus por esto. En ciertos casos, se decía que el covid se lo había llevado siendo joven y sin patologías previas, lo que no se cuenta es que pesaba 150 kilos.
Yo fui toda mi vida de niño el gordo de la pandilla. A mí, en el colegio me llamaban zampabollos y cierto es que no era bonito eso, pero no tengo un trauma y me como los chicharrones de tres en tres. También es verdad que hubo un momento en el que tuve que cambiar mi forma de comer porque las rodillas ya me empezaban a fallar y era incapaz de hacer un esfuerzo continúo. Ahora no es que esté canijo precisamente, pero hace años que bajé de la centena.
Adolfo Suárez dijo que había que «elevar a la categoría política de normal, lo que a nivel de calle es plenamente normal”. En este caso, no podemos normalizar lo que no es normal a nivel médico, físico ni psicológico. Y esta falsa normalización es por esa corriente de ‘buenismo’ que existe en esta sociedad.
La vida tiene sus sombras. Tiene sus momentos mejores y peores. Hay castigos y recompensas y la vida no es fácil. Podemos conseguir que sea más sencilla, pero no haciéndonos trampas en el solitario ni tampoco pesando 120 kilos.