Puigdemont, el resto de fugados y el coronavirus
Los políticos independentistas catalanes han dejado de ser noticia; parece que el peligro para la integridad de España ha pasado. Pero no es así. Del mismo modo que la pandemia parece haber pasado de largo, el independentismo parece no tener el mismo fuelle que hace unos meses. Las dos cosas son un espejismo
Estamos confundiendo el fin del estado de alarma con el fin de la pandemia. Error. El coronavirus sigue en el mismo lugar en el que estaba hace unas semanas. De hecho, Sudamérica se ha convertido en el centro de la pandemia y parece que en muchos países la situación está completamente descontrolada. Estados Unidos suma contagios y muertos a un ritmo endiablado. China confina barrios enteros, cierra colegios y anula miles de vuelos a causa de un rebrote; en Corea de Sur sucede lo mismo; en India los contagios ya no se pueden contar. Y aquí las terrazas llenas de gente sin mascarilla y una sensación de falsa seguridad que nos traerá problemas. Es cuestión de tiempo.
La pandemia ha cambiado muchas cosas aunque otras siguen intactas y en el mismo lugar que estaban. Como ocurre con el coronavirus. Una de esas cosas es el independentismo catalán. Torra, Rufián y los suyos, han declarado una tregua en sus reivindicaciones durante estos tres últimos meses. Incluso han pedido al Estado español cantidades astronómicas para paliar los efectos de la pandemia. Es como si no quisieran abandonar España en cuanto puedan. Pero solo se trata de un respiro, una imagen fingida.
Aunque parezca que no, el independentismo sigue su curso a pesar de todo. Y poco se habla de las cosas que van pasando. La Covid-19 ha sido tan terrible que apenas hemos tenido tiempo para fijar la atención en otros asuntos. Por ejemplo, a finales de marzo supimos que la Justicia belga, en concreto el Tribunal de Primera Instancia de Bruselas, desestimaba la demanda presentada por Carles Puigdemont, Toni Comín, Lluís Puig, Meritxell Serret y Clara Ponsatí, contra el juez del Tribunal Supremo Pablo Llarena. Querían demostrar estos sujetos que el juez español tenía prejuicios contra ellos, que no era parcial. La Justicia belga ha dicho que se desestimaba el asunto y que no se consultaría al Tribunal de Justicia de la UE (TJUE) pues era innecesario ya que Llarena goza de inmunidad de jurisdicción y el tribunal belga no tiene competencias.
Puigdemont y el resto de fugados han querido desacreditar al Estado español, a los españoles, a los jueces, a todo lo que les parece que puede ser motivo de discusión más allá de las fronteras para generar ideas bastante alejadas de la realidad que vivimos en España y, por supuesto, en Cataluña. Esta vez les ha salido la jugada regular. Y los que son eurodiputados (Puigdemont, Comí y Ponsatí) podrían perder la inmunidad puesto que hay un suplicatorio en marcha para que les sea levantada la misma y puedan ser juzgados.
La Covid-19 sigue en el lugar exacto en el que se encuentra desde el principio. Las maniobras independentistas siguen su curso. El mundo sigue girando. Hay que mirar con atención. Y hacer saber lo que se ve.