Putin. La pluma y la espada

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06 mar 2022 / 05:38 h - Actualizado: 06 mar 2022 / 05:38 h.
  • Empaquetan una estatua de cera del presidente ruso Vladimir Putin antes de que se almacene en la reserva, como reacción a la invasión rusa de Ucrania.
    Empaquetan una estatua de cera del presidente ruso Vladimir Putin antes de que se almacene en la reserva, como reacción a la invasión rusa de Ucrania.

Fue Juan de Mairena, nuestro libro de cabecera, el que nos hizo reflexionar sobre aquello que llamara El Quijote las armas y las letras.

Giraba el maestro sobre la inutilidad de cualquier conflagración, en la que son irracionales ambas mentiras, eso que ahora se denomina el relato.

Decía, que no había guerra sin retórica, y por tanto falsa la verdad y falso el argumento.

Sorprende que antes que las bombas, los rivales cieguen los medios y las ondas de radio. Que, en uno y otro lado, se prohíban las redes sociales ajenas o adversas.

Se corre el riesgo de acabar deduciendo -con esta lógica- que unos y otros sean iguales; y así el hilo no varíe, siquiera pensemos en Afganistán, Irak, Siria, Libia o ahora en Ucrania.

Pero lo cierto es que la misma frase sirve para una cosa y la contraria, y así Pedro Sánchez puede desistir de enviar armas y desistir de no hacerlo, sin quebrar el silogismo.

Frente a todas las calamidades, nos quedan algunas pequeñas certezas. Esas, de las que si fuéramos desprovistos, nos evocarían algún momento de excelencia en nuestras vidas.

Y he ahí cómo este año, florecen junto al azahar, las tiendas de capirotes y se hilan las túnicas de los monaguillos, que no conocieron siquiera, más que por imágenes, el gozo de la semana de pasión, que amaron por igual republicanos o monárquicos.

Y retorna el Betis, diecisiete años después, justo tras aquella Final contra Osasuna y al que podrán al fin celebrar nuestros hijos, como algún día lo hicieron padres o abuelos, no en vano la camiseta de las trece rayas es la única que llora cuando gana y sonríe cuando pierde.

Esos pequeños placeres de la existencia, donde ahora aparecen tibiamente los escaparates de torrijas, son los destellos de los recovecos de aquella nuestra infancia. En mi confinamiento, surgió la llamarada de la poeta argentina Alejandra Pizarnik, que terminara suicidándose como el filósofo Cioran. Debe ser que el vacío es el único espacio de luz... así que apuren el fulgor del relámpago.

Y cuando los capirotes titubeantes de emoción, vistan por primera vez capas del arco iris, en la antesala de los farolillos de colores, sé una convulsión, un grito, sangre aullando, y que el viento no sea más que una canción que nunca pasa de moda.