¿Qué le pedimos a los políticos?

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06 jul 2021 / 05:00 h - Actualizado: 05 jul 2021 / 21:03 h.
"Opinión"
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Si alguien les dijera: «Ah, pues yo creo en los políticos y en la política», ustedes posiblemente pensarían que el tipejo que les dice eso está pirado o es, simplemente, gilipollas. ¡Pues yo soy uno de ellos! Yo creo que hacen lo que pueden desde su visión ideológica de las cosas y desde sus capacidades humanas, puramente humanas, como las del resto.

Estuve visitando una vez el Parlamento andaluz en una visita guiada por unos parlamentarios que nos explicaron su trabajo en comisiones y me sorprendió bastante que una de ellas nos dijera: «Lo que yo nunca imaginé es que hubiera que trabajar tanto...». La pobre... Habría visto la profesión de político en películas y se creería que es todo glamour y grandes discursos.

El defecto (que para mí no lo es) es que todas las instituciones humanas están gestionadas por humanos. Pero ¿qué puedo esperar de un ser humano?: humanidad (en el peor sentido de la palabra. 4ª acepción de la Real Academia: «Fragilidad o flaqueza propia del ser humano». Obsérvese que dice «propia».).

He tratado con las que para mí eran las más altas dignidades humanas: catedráticos de universidad, músicos clásicos, masones, escritores... Y en todas partes he encontrado vulgares seres humanos como yo, llenos de defectos, vanidades, incompetencias, miedos, vulgaridades. ¿Y creen que me he enfadado? No, acepto que son humanos (en la 4ª acepción) y que el equivocado era yo por esperar ángeles ideales donde sólo podía encontrarme a personas.

Reconozco que en algunos de estos ámbitos al principio, llevado por mi ingenuidad, me sentí defraudado: ¿Cómo podía ser que los catedráticos manipularan las reuniones para terminar pronto, discutir científicamente poco e irse de cervecitas? Yo los imaginaba en sus despachos de caoba y libros, fumando en pipa y contabilizando el ritmo alejandrino de los versos de Gonzalo de Berceo en tetrástrofo monorrimo. ¿Cómo podía ser que unos tipos que tocaban cuartetos de Haydn, en sus ratos libres fumaran porros o jugaran al dominó? Yo me los imaginaba siempre en frac, dedicados en sus ratos libres a leer a Ovidio y bebiendo champán. ¿Cómo podían los Maestros masones para los cuales la «fraternidad» era parte esencial de su credo pelearse, acusarse, traicionarse? Yo los imaginaba seres racionales, admirables, cabales, equilibrados, justos, perfectos. ¿Cómo podían los escritores estar calculando el valor de sus ganancias, su proyección en las redes, descalificar a los que los critican, tener una vanidad inflamada y desmedida? Yo los imaginaba personas recogidas en su interior, balbuceando palabras puras para ayudar al mundo con su reflexión escrita, preocupados por la siguiente línea, por el arte y el pensamiento.

¿Cómo pude esperar tanto de tantos? Porque yo estaba equivocado. Yo fantaseaba con seres humanos que no existen, yo proyectaba un sueño imposible, yo estaba abocado a la frustración perpetua. O perdonaba y comprendía.

¿Cómo pueden ser nuestros políticos tan imperfectos? Porque la condición humana nos lastra en cualquier actividad que realicemos. ¿Hay que seguir exigiéndoles? Por supuesto. Pero estamos en manos de gente que sabíamos que eran imperfectos cuando con nuestro sistema de votación imperfecto los votamos imperfectamente. ¿Qué podemos esperar?

Yo los imaginaba como hombres de Estado que ponen los intereses del colectivo por encima de los propios, que trabajan sin descanso, que lloran por la noche cuando ven al pueblo sufrir.

Y sé que hay políticos así; cómo sé que hay catedráticos comprometidos con la ciencia y el conocimiento; músicos que viven para el Arte; masones solidarios sin mesura; escritores que tiemblan por aportar una palabra al mundo sin esperar nada a cambio.

Todos contenemos multitudes. Somos capaces de lo mejor y de lo peor. Me encanta la especie humana hasta con sus defectos. Y ese rasero también se lo aplico a los políticos.

Creo que hay gente que sueña con que algún día los políticos sean ordenadores perfectos con inteligencia artificial y que nos obliguen a cumplir los preceptos por medios de control total. Se equivocan: la clave de ser Humanos es aceptar que somos humanos.