Hasta hace poco aparecían sondeos que colocaban al PSOE de Salvador Illa como ganador de las elecciones catalanas aunque eso no signifique que fuera a gobernar, algo que decidirá la ingeniería política porque el votante propone y la ingeniería dispone. Los catalanes se dan de muy listos y cultos y hay millones de supremacistas pero entre estos y los votantes de Illa me doy cuenta de que, como siempre digo y me responden que estoy equivocado, el mundo es igual en todas partes, la ciudadanía no es difícil que se deje llevar por una simple emoción o por una imagen. Si el exministro ha salido tanto en TV es por algo bueno así que a votarlo. Y lo mejor que tiene este hombre, así, a primera vista, es que habla bajito, un gran servicio público porque de esa manera evita que las mijitas de salivilla que expulsamos -a lo que llaman aerosoles- no hagan daño a los demás en estos tiempos de bicho malo que nunca muere. Yo creí que un aerosol era el espray ambientador que tengo por ahí en mi casa por si hace falta, que no creo porque lo tengo todo como los chorros del oro.
Hace ya muchos años decíamos en el mundo de la comunicación y el periodismo que la gente se dividía en dos partes: los que habían salido en TV y los que no. En época franquista el programa Reina por un día consistía en eso: salir en TV un buen rato. Creí que tal división estaba desfasada con la internet y demás juegos pero no es así, se puede crear a un candidato y sin que diga nada puede ir el primero o de los primeros en las encuestas. Me van a perdonar porque no se le debe morder la mano a quienes te dan de comer y por eso los medios nunca critican a los públicos, sin embargo, yo me pregunto: ¿qué clase de votantes hay en las democracias de aquí y de allá?
La TV fabrica líderes, lo hizo con Pablo Iglesias pero al menos en el caso de este señor sabíamos por dónde iba. En la obra de Jacinto Benavente Los intereses creados la gente respetaba, admiraba y creía a alguien que no solía hablar nunca, lo hacía su criado por él. El cine contiene buenas muestras de cómo se crea desde la nada un líder de cualquier tipo, se ve por ejemplo en la clásica Juan Nadie, en Bienvenido Míster Chance o en La hoguera de las vanidades, inspirada en la novela del mismo nombre de Tom Wolfe. Y el periodismo de investigación ha demostrado de qué manera se manipula a la audiencia con mentiras que originan una realidad falsa en la mente colectiva, por ejemplo, con el magnífico documental Vender la guerra.
Llevo toda la vida en esto del periodismo, 17 años ejerciéndolo y 30 enseñándolo y ejerciéndolo. Pues todavía tengo que oír que cuando le digo a alguien que lo que me dice no es cierto y le doy pruebas, me contesta que estoy equivocado porque la TV ha dicho otra cosa.
Por tanto, eso que llamamos en la universidad agenda setting u orden del día en nuestras conversaciones lo sigue elaborando la TV, el señor Illa no sólo no ha tenido que hacer nada de relevancia sino que su gestión ha sido un desastre, dentro de que se reconoce la dificultad que encerraba su papel pero él y Sánchez se han dedicado sobre todo a echar balones fuera y a castigar a Madrid y a Ayuso, tal vez sea este hecho lo que les chifle a los catalanes pero entonces estamos en las mismas.
En la película Network, un mundo implacable, que ahora la pasan bastante por TCM, un periodista se vuelve loco, se convierte en un iluminado que conecta con el encabronamiento social de los estadounidenses y por eso su programa de TV tenía altos niveles de audiencia. El magnate dueño de la TV lo llama para darle consignas sobre lo que debe predicar en el programa: la buena nueva del neoliberalismo. Sorprendido, el periodista le pregunta: “¿Y por qué me ha elegido usted a mí?”. “Porque sale usted en televisión, tonto”. Anda que no es lista la caja tonta. Sólo me queda la esperanza para creer que el elector, además de sentir piensa, de que, como supongo, existan otras razones de peso mucho mayores que las de una simple imagen para que los votantes se estén inclinando por apoyar a una persona que cuando aparecía en los sondeos como el favorito no había dicho ni cómo iba a gobernar. Una de esas razones puede ser, por ejemplo, el hartazgo de un independentismo que apesta.