La Tostá

Que mañana suenen las campanas

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Manuel Bohórquez @BohorquezCas
06 ago 2020 / 11:35 h - Actualizado: 06 ago 2020 / 11:39 h.
"La Tostá"
  • Que mañana suenen las campanas

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Mañana, día 7 de agosto, se cumplirán sesenta años de la muerte de uno de los mejores cantaores de todos los tiempos, Manuel Jiménez y Martínez de Pinillo, Manuel Vallejo. Era un sevillano de la calle Padilla, en San Luis, bautizado en San Marcos y criado por toda esa zona, el Barrio de la Feria, San Juan de la Palma, Santa Catalina... Casi todos los grandes del cante flamenco sevillano nacieron en esa parte de Sevilla, desde la Alfalfa, donde vino al mundo el más grande de todos, Silverio, hasta la Macarena, barrio donde nació Pepe Pinto y murió otro de los grandes, el Carbonerillo, que aunque era de la calle Sol y bautizado en San Julián, se crió en la Macarena. Pues Manolito Vallejo mamó el cante más sevillano del mundo en esas calles y plazas que aún huelen a soleares de Lorente, seguiriyas de Tomás y peteneras de la Niña de los Peines. Mañana, pues, deberían sonar las campanas de la Giralda, pero si esto es mucho pedir, que para el maestro cualquier cosa parece un exceso, al menos que repiquen las campanas de las parroquias de su barrio. Por seguiriyas, por ejemplo. Dicen algunas malas lenguas que era un cantaor de granaínas y fandangos, pero no es cierto: el maestro lo cantó todo y en todo brilló como el Guadalquivir de noche a su paso por Triana, que unas veces va a Sanlúcar, y otras no le da la gana. Cuando la seguiriya era un cante de cuartito, don Manuel le dio una nueva mano de barniz y llenaba las plazas de toros cantando los estilos de Manuel Molina, Curro Dulce o Frasco el Colorao. Su voz no era un desgarro, como la de Manuel Torres, ni un alma en pena como, la de Tomás. Pero le dio un brillo a las seguiriyas gitanas, y una fuerza, que quedó como uno de los grandes seguiriyeros de la historia. Mil guitarras deberían tocar mañana a la vez en la Alameda, por fandangos, para conmemorar los sesenta años de su muerte. Y una banda de cornetas, porque además Vallejo fue el gran saetero de Sevilla. Seis décadas después, aún paso por la Plaza de San Lorenzo y escucho su voz salir de algún balcón preñado de flores. Don Manuel, con un buen traje y una corbata negra, su costumbre para cantar saetas. Y cientos de sevillanos llenando la plaza, en silencio, sin apenas respirar, esperando el solemne momento, el encuentro del genio con el Padre de Sevilla. Sesenta años hace que se fue y aún vive, aunque Sevilla sigue empeñada en no enterarse.