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Los medios y los días

Que no me pidáis dinero, ¡leche!

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20 jun 2020 / 04:00 h - Actualizado: 20 jun 2020 / 04:00 h.
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  • Que no me pidáis dinero, ¡leche!

Y dale con Unicef y otros negocios pidiéndome dinero. Y dale con la autoglorificación de la publicidad que dice ahora que es el motor de la economía, que gaste para levantar el país, arrasado por el Covid-19. Menos mal que la publicidad matiza “si puedes” o “si te parece bien”, todo ello envuelto en su habitual mundo de color de rosa, falso como la falsa monea.

Los otros siguen con las imágenes de niños para conmoverme, pero no niños cualesquiera, niños negritos famélicos o mujeres, claro mujeres, a ver si me da un ataque cardíaco de culpa y suelto el euro o lo que sea. Ni un euro, que a costa de la desgracia de los demás lleváis toda la vida pidiendo en lugar de dar el mazazo en la mesa y explicar reiteradamente las causas de la pobreza y convertiros en activistas, no en blanquitos buenos.

El arzobispo brasileño Helder Cámara se hizo célebre y pasó a la Historia por una frase: Cuando doy comida a los pobres, me llaman santo. Cuando pregunto por qué son pobres, me llaman comunista”. Algunos me han tomado por un idiota en lugar de por un humano, científico social y periodista, cuya existencia gira en torno a una pregunta que nos hacemos desde pequeños pero que también es la pregunta de la filosofía, de la ciencia y de la entradilla de una noticia periodística: por qué.

Y aunque me duela el hígado y el corazón cuando veo lo que veo, no pienso daros ni un euro para vuestras obras de caridad y cuando me paréis por la calle me detendré por educación y seguidamente os diré no, y aunque me tengáis un rato aguantando vuestros argumentos de débiles mentales os diré no, porque me niego ya a estas alturas de mi vida a mantener la miseria y el hambre en el mundo dando limosnas para que vosotros llenéis vuestro ego, saquéis algo a cambio y ofrezcáis una razón de ser a vuestras vidas.

Eso que llamáis solidaridad no es más que un concepto demagógico que prolonga la agonía de la gente y os permite a vosotros hacer algo que creéis útil. Ya sé que la buena intención se os supone, pero no me engañáis más, daros limosnas para marginados y vulnerables es ser cómplice de que siga la marginación y la vulnerabilidad y como me he quedado bastante solo con mis ideas más vale solo que mal acompañado, a mí no me la dais con esa bondad que supuestamente predicáis, no sois mejores que yo ni que los que se parezcan a mí.

Los muertos, los miserables, los pobres, todos son materia prima para el negocio o para intereses políticos de unos y otros y vosotros no estáis al margen de eso. Ni yo tampoco porque todos, todos, pertenecemos a una especie que por ahora es devoradora de sí misma y camina sobre postulados falsos: creer que el sujeto es bueno por naturaleza y además social. Si eso fuera así no me estaríais dando el coñazo con vuestras posturas pedigüeñas, un decenio, y otro y otro y otro, de mi vida; un siglo y otro y otro, de la Historia. Si queréis vivir en y a costa del sueño, allá vosotros, a mí la publicidad me seguirá pareciendo un comecocos deleznable –aunque no deba decirlo en un diario que trata de vivir de la publicidad- y la caridad curar el cáncer con aspirinas.