Tanto el PSOE como el PP han tenido políticos con visión de Estado y estoy seguro de que ahora mismo, tal y como está España, estarían dispuestos a que estos dos grandes partidos se entendieran y evitaran un gobierno con Unidas Podemos. ¿Dónde está el problema? Ah, vale, en las ideologías: la derecha no puede ir con la izquierda ni a coger monedas. ¿Pero qué es más importante, una ideología determinada o que el país, el nuestro, afronte un futuro incierto con estabilidad y un mínimo de garantías? Si puede haber un gobierno con los partidos que lideran Sánchez e Iglesias, que son totalmente distintos y representan cosas diferentes, ¿por qué no entre el Partido Socialista y el PP? Y así evitamos que marquen la hoja de ruta los independentistas catalanes y vascos y que un partido como Unidas Podemos entre en el Gobierno. Ya sé que hay cosas peores y no voy a intentar siquiera meter miedo a nadie –la democracia y el miedo deberían ser incompatibles–, pero si se pudiera evitar de alguna manera, mejor que mejor. El problema está en que cada partido mira por sus intereses y lo de compartir no está en el lenguaje político español. Y menos el poder. Pedro Sánchez ha intentado evitarlo por todos los medios, pero se equivocó convocando unas elecciones, perdió casi ochocientos mil votos, a pesar de tener a su disposición las ventajas de ser presidente en funciones, el PP mejoró sus resultados anteriores en 22 escaños y Vox duplicó los que ya tenía. Y se asustó. Por eso pensó la misma noche de las elecciones, y lo dijo en el balcón de Ferraz, que tenía que ceder y aceptar un gobierno de coalición con Pablo Iglesias. Se dio prisa por dos motivos, para que las críticas no le obligaran a tener que irse a casa por el fracaso y porque la sentencia de los Eres estaba al caer. Así que, como Iglesias lo estaba esperando, corrió como loco a abrazarse delante de las cámaras a quien había despreciado en más de una ocasión con argumentos como el populismo bolivariano y la pobreza de Venezuela. No, no era por eso, era porque Sánchez quería el poder para él solo. Creía que España era suya, y lo sigue creyendo aún. Se ha metido en un lío y veremos a ver cómo le sale la jugada, porque si ahora no encuentra apoyos para ser investido presidente se tendrá que ir a su casa y pondrá fin a su carrera política, sin duda la más pobre y lamentable de cuantos presidentes hemos tenido. No gana elecciones de manera contundente y se le da mal lo de negociar apoyos con otros partidos, luego no es el hombre que el Partido Socialista necesita para devolverle el poder de una manera potente y estable. No era una idea tan descabellada la de llegar a un acuerdo con la derecha democrática para poder formar un gobierno serio. Es verdad que hay notables diferencias entre los dos partidos, pero, ¿acaso no las hay con Unidas Podemos? Solo de pensar en los ministros y las ministras que puede haber del partido de Iglesias, con él de vicepresidente, dan ganas de irse de España.